31 de enero de 2013

LOS PARKINGS, MI AMIGA Y YO...

Desde luego, éste podría ser el título de la historia de mi vida cada vez que quedo con mi amiga Helen. 
Yo os juro, y si queréis, me pongo cámara oculta permanente a lo GH para que os lo creáis, que cuando voy solita (bueno, y con mi "pegatina" o mi pitufa mayor) no tengo ningún tipo de problema, repito, ningún tipo de problema con los parkings de los centros comerciales (de hecho, los problemas los tengo con la palabra "ningún", porque de tres veces que la he escrito, tres erratas: niguún, nigún, nigún. ¡Olé campeona!).

De tres centros comerciales que hemos frecuentado juntas, en los tres hemos tenido "complicaciones", bien con los tiques (lo siento, será porque soy maestra de inglés, pero a mí ver esta palabra así escrita... me mata lentamente), bien con los ascensores, bien con los propios coches... Y lo peor es que seguimos repitiendo hazañas. Y llega un punto en el que seriamente te planteas si no sería mejor que cuando quedemos usemos el bus, por ejemplo. Aunque seguro que entonces, se atrancaría la puerta, se prendería fuego a la maquinita de los bonos o se pincharía una rueda. O simplemente, nos verían aparecer y se declararían en huelga.
El caso es que la cuestión es que llega el momento "bajemos al parking que es hora de irse", y ya la tenemos liada.

Situación 1: Apurar la hora de partida hasta el último segundo y, entonces, darte cuenta de que tenías que haber ido más holgadita de tiempo. Sí, porque allí que nos fuimos a la entrada del aparcamiento las dos, carrito en una mano, pitufos poco colaboradores en el otro brazo, a canjear los tiques de compra para poder salir del parking sin pagar. La primera en la frente. Allí no había ni Cristo, y por contra sí había un cartelito indicándonos que estaba cerrado y que allí no quedaba ya ni Perry. Así que, a un ritmo más bien ligerito, nos dirigimos a la planta de arriba, justo a la otra punta del centro. Conforme nos acercábamos al lugar... nuestras caras iban pasando de "rojito carrera" a "blanco susto", porque en ese puesto de atención al cliente... no estaba ni la sombra de Peter Pan. ¿Perdonaaaaaaa? ¡Tres veces leímos el horario, por si cuatro ojos leyéndolo una sola vez no eran suficientes! ¡Hola! ¡Estamos dentro de la franja horaria y aquí no hay nadieeeeeeeeeee! En este momento, ya no nos hacía gracia la cosa. Ni risitas tontas como en el primer punto de canje. No, mala leche a saco y nervios a flor de piel. Que si en ese momento alguien nos suelta algún piropo, lo único que se habría llevado a cambio habría sido un "¡TU P... MADRE!" y una mirada "jalapeña", o sea, de las que tiran fuego y queman pero bien.
Así que, volvemos al punto de partida con nuestros pies corriendo al mítico ritmo del "yabadabaduuuuuuú" de los Picapiedra. Sí, como cuando los pies les daban vueltas rollo rueda, exacto. Sólo que, contrariamente a los dibujitos, nuestra carrera no tenía ni puñetera gracia. Parecíamos Tom Hanks en la peli esa en la que no puede salir de una estación de tren, y ve pasar los días y el tiempo. Pues oye, lo tuvo q pasar mal el hombre grabándola, porque aún sabiendo que no es posible, te empieza a entrar una sensación claustrofóbica... O bueno, la otra opción es que pareciera que estábamos grabando unas tomas falsas, porque un rato idiotas sí parecíamos. 
Pues nada, que llegamos donde había empezado todo y volvemos a leer el cartelito para cerciorarnos al menos de que la capacidad de comprensión lectora la tenemos intacta a pesar de la edad. Y nos dirigimos a la caja central a explicarle al "chico" nuestra situación. Chico que se enteraba menos del tema que un pulpo en una clase de vuelo, y que nos hablaba como si estuviéramos un poquito tontas, así, tan ricamente. Chico que acabó de cabrearnos del todo, a nosotras y al resto de personal presente que se solidarizó con dos madres en apuros. La cuestión, acabamos pagando una pasta de parking cuando, de normal, llevando los tiques de compras que llevábamos... ¡Nos tenían que haber pagado a nosotras! Y salimos cabreadísimas, estresadísimas y llenísimas de impotencia, porque era ya tan tarde (20 minutos después de la hora prevista de salida...) que encima no podíamos pararnos a poner una reclamación. 
Yo me pasé todo el camino de vuelta rezando para llegar a tiempo a por Pichu (y para que nada más saliera a la calle, el "chico" pisara una caca de perro-caballo y patinara sobre ella. ¡Mal pensados! ¡Si yo le deseo lo mejor! ¿No dicen que eso da suerte?). 

Situación 2: Aparcar en el parking de determinado centro comercial porque a tu amiga Helen, circunstancias de la vida, no le cobran nada. ¡Y un jamón! Me sabe mal volver a sacarle el tema, pero evidentemente... ¡Eso lo soñó un día que se acostó "bolinga" y vive creyendo que es cierto! La cosa es que como no pagas, no hay prisa... ¡Ya! Pues la próxima vez iremos a paso más ligerito. Es más, la próxima vez, aparcas tú ahí Helen. :-P Para postre, fue en este mismo parking en el que me encontré la ventanilla de mi puerta totalmente inexistente... ¡Porque me olvidé de subirla! ¡Di que sí! Una de "sírvase usted mismo, por favor, que la dueña del coche tardará en volver". 
Lo mejor es que el famoso "cachivache" de Helen, sí el de hace unas cuantas "entradas", se quedó en mi coche unas horas... Habría estado bien llegar y que no estuviera, con todo lo que dio de sí el pobre. 

Situación 3: Bajar al parking y que al churumbel de Helen le toque "teta". Y ¿qué haces? Pues ahí que nos quedamos un rato largo como quien está de aperitivo en una terracita: Helen dando leche con la puerta abierta y yo de pie, de acompañante, mientras bailo y canto para dormir a Pollito y que no me dé el viaje de vuelta. Acaba Helen, me quedo yo velando por los niños, los carros y el coche abierto, mientras ella va a validar los tiques. Y conforme la veo aparecer... ¡Empieza la cuenta atrás! Porque supongo que sabéis que hay un tiempo límite entre la hora en que validas el papelito y la que sales del aparcamiento... Pues, cómo no, tenía que pasar. Con tanto lío de intercambio y devolución de hijos, llaves, etc... 
 -Helen, ¿mi tiquet? 
 -Helen con cara de sorpresa - Mmm... Te lo he dado. 
-Yo con cara de susto - No, a mí no me has dado nada. 
-Helen con más cara de susto - Pues yo no lo tengo. 
-Yo con cara de "empieza a gustarme poco este juego" - Y... ¿Yo cómo salgo? 
-Helen con cara de iluminada - ¡Ay, si te lo he metido en el bolso! 
En ese momento mi corazón ya latía a ritmo de "aaaaah, no hay que lloraaaaar, que la vida es un carnavaaaal", porque a este tiempo extra había que sumarle la despedida, mi bajada al parking 2 y cargar a Pollito y el carro. 
Bueno, pues yo decidí añadirle unos cuantos alicientes más y así rozar la hora límite... Alicientes tales como: 
-No encontrar la zona de ascensores para bajar, y dar tres vueltas sobre el mismo sitio, para descubrir en la tercera, además de los ascensores, que en las dos vueltas anteriores... ¡Ya habías pasado por el acceso! 
-Subir en el primer ascensor que abre sus puertas... Y ¡que suba en vez de bajar! Y saludes con cara de idiota a los señores que entran en él y pretenden, muy educadamente, dejarte salir antes de entrar ellos... Mientras les explicas que no... Que tú también bajas... 
-Llegar por fin al coche y que nada más "tocar" la sillita, Pollito abra los ojos de golpe, rollo peli de miedo, y empiece su "himno a la alegría", mientras tú luchas por cargar todo lo más rápido que puedes. Tan rápido que olvidas que su bolsa va abierta, la sueltas del carro con alegría y... ¡Vengaaaaaa! Paquete de toallitas y dos pechitos a tomar viento. Los recoges, sigues cargando bolsas y abrigos y mantas y capazo y armazón del carro... Tiras a cerrar el maletero ¡y no cierra! ¡Yupi! Porque el carro ocupa tanto que sólo hay una manera en que encaja a la perfección... ¡Y esa no es! Y entonces es cuando te entran unas ganas locas de gritar y llorar "¡Socorroooo! ¡Que me quiero ir de aquiiiiiiiií! ¡¿Alguien me oyeeee?!" Pero como estás hecha toda una mamá... Sonríes muy digna, suspiras ¡y vuelta a empezar! Ruedas hacia arriba, lado derecho... ¡Pooom! No, así tampoco era. ¡Jo...pe! ¡Esto no tiene ni pu...ñetera gracia ya! Sonríes (apretando los dientes hasta que chirrían), suspiras (un poquito más fuerte) y... ¡Ahooooora! 
Mientras, Pollito ha pasado del "Himno de la alegría" al "Lacrimosa", eso sí, ambas a todo pulmón. 
El caso es que, al fin, sales de allí y piensas en que nunca te habías alegrado tanto de ver el sol, la calle, el bullicio de gente... ¡Y la hora que se te ha hecho! 
Resumiendo, lo dicho... Que paso de meter el coche en un parking si voy con mi amiga. Yo no quiero pensar que es gafe, porque la quiero mucho, pero está claro que algo falla en todo esto... 

Helen, ¡ya tengo la solución! Haremos como en los viejos tiempos... Mañana nos vemos en el último vagón del metro. Cuando yo suba, te hago perdida, y cuando llegue a tu parada, ¡asomo la cabeza y subes con el carrito! ¿Ok? 

 Ya verás tú como... tampoco funciona. 

CON M DE MAMÁ

5 comentarios:

  1. Muy buenos los comentarios, como siempre. Por cierto, un día oí a un "lumbreras" decir que "tique" era en valenciano. Así que no te sientas tan mal, ya ves que no es inglés. ;)

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    1. ¡Gracias Athal por tu comentario!
      ¡Y por la aportación del "lumbreras"! Muy bueno el tipet (això sí és valencià!) y su deducción, que supongo que la haría por la misma regla de tres de quitar la última letra y/o sílaba de las palabras y pensarte que hablas valenciano, o acanar todo en "eison" y pensar "soy la bomba hablando inglés" :-P

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  2. Sí, lo bueno es que el jodío estaba convencido, jaja.

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  3. Y digo yo... ¿No era un aeropuerto donde Tom Hanks se quedó "encerrado"? Terminal. Jaja Tq!

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    1. ¡Jajajaj!!!
      Sssshh!! Calla, hombre... Que nadie lo había notado...
      El caso es que dudé al ponerlo, porque para más inri me sabía hasta el nombre de la peli, y pesé en comprobarlo... Pero pensé: estación fijo, que es más claustrofóbico!!
      Y yo!!

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