9 de abril de 2015

Yo creo en las hadas

Y en las princesas, y en los duendes y en la magia.
Creo en los cuentos, con final feliz o sin él.
Creo en las islas que esconden tesoros, en los barcos de piratas que buscan riquezas ocultas en esas islas.
Creo en dragones de siete cabezas, en magos y brujas y en gigantes bonachones.
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Soñaba con castillos cuando era niña, con lucir vestidos brillantes y vaporosos, y una larga melena que ondeara al viento mientras corría por jardines llenos de rosas rojas y setos con formas bonitas.
Ahora, desde mi aburrida perspectiva de adulta, muchas son las veces en las que me revelo contra los cuentos rosa y las pelis ñoñas de princesas, y aunque permito que mi hija sueñe, se disfrace y finja ser una de ellas, en bastantes ocasiones me he mordido la lengua para no decirle "la vida no es así" y, en otras muchas, me he quedado a las puertas de escribir "ese post destrozaprincesas" que añora salir.
Pues ¿queréis que os diga algo? Me alegro infinito de no haberle dicho nada parecido nunca y de dejarla seguir soñando, y me alegro también de que el post macarra no haya visto la luz. Porque, insisto, y confieso, YO CREO EN LAS HADAS.
Sí. Creí cuando era niña. Jugué a ser princesa, bruja y hada. Jugué a que galopaba a la velocidad del rayo por bosques perdidos en tierras lejanas.
Y, años después, no creo que me haya ido tan mal. Soy una mujer hecha y derecha, con sus aciertos y sus errores, sus encuentros y desencuentros, pero desde luego, con criterio propio y la ñoñería justa frente a la vida. Por creer en los cuentos de princesas y soñar con ser como ellas mi vida no ha dejado de ser normal, ni he sucumbido a los encantos del sexo opuesto a la primera de cambio y porque venía en un blanco corcel. Soy capaz de reconocer a kilómetros la discriminación por causas de género, la violencia por lo mismo y de defender a ultranza el hecho de que mujeres y hombres somos igual de válidos a la hora de decidir sobre nuestras vidas. Y todo ello a pesar de haber leído infinidad de cuentos repletos de imágenes evocadoras sobre los que reñía con mi hermana Marta por ver quién era quién: "¡yo me pido ésa! ¡Noooo, me la he pedido yo!" y así con todas y cada una de las ilustraciones de princesas, damas de largos vestidos y hadas.
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¿Y por qué os cuento esto hoy? Pues porque esta tarde hemos ido a ver la adaptación en película de Cenicienta. Si os digo que no está pagado lo que supone ver a tu pequeña mirando la pantalla con esos enormes ojazos azules, sin apenas parpadear, con la mandíbula descolgada y con la mirada entre brillante y risueña... ¿Me creéis? Su cara, hoy más que nunca, era el espejo del alma.
La historia de la película, excepto algún cambio de guión, es la que todos conocemos, al menos en versión Disney; así que por ahí poca novedad, no había motivo para sorprenderse mucho. Pero si hablamos de la estética de la peli... ¡Como para no sentirse niña de nuevo y volver a soñar! Paisajes impresionantes, palacetes preciosos, el castillo enooorme y rebonito del rey, vestidazos de impresión, una carroza que parecía una obra de arte, hadas madrinas capaces de hacer salir la magia de la pantalla con tanto efecto...
Y justo en el momento en que el hada madrina realiza el encantamiento del vestid(az)o de Cenicienta, algo en mi cabeza ha hecho 'click' y me he dado cuenta de que yo estaba dejándome llevar por la magia de las imágenes igual que Pichu. Y ha sido entonces cuando he pensado que YO NUNCA HE DEJADO DE CREER EN LAS HADAS.
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Es por eso que, hoy con más convicción que nunca, me prometo a mí misma no preocuparme por los sueños de mis hijos. Prometo dejar que imaginen, que crean en las historias dulzonas de princesas y príncipes, en los amores de cuento, en las brujas y las madrastras que siempre pierden porque gana el amor, porque esto no implica que vayan a crecer confundiendo realidades y cumpliendo estereotipos machistas. Prometo, por contra, seguir hablándoles de la vida tal cual es, responder a sus preguntas con realidad y objetividad. Pero, sobre todo, prometo confesarles que YO TAMBIÉN CREO EN LAS HADAS y explicarles que si lo hago es porque creer en la magia me ayuda a sobrellevar las dificultades del día a día, a verme capaz de superar los obstáculos diarios y las pérdidas personales. Les explicaré mil y una veces que si CREO EN LAS HADAS es porque hacerlo me da fuerzas para imaginar un mundo mejor, menos loco, menos egoísta e interesado y más lleno de gente con ganas de vivir y dejar vivir.
Porque los cuentos de princesas son sólo eso, cuentos. Y sin embargo, son mucho más que un "sólo" desde el momento en que son capaces de hacer flotar a nuestros pequeños, como si nada más importara, como si todo lo demás les sobrara en ese momento.
Yo CREO EN LAS HADAS y EN LA MAGIA, y eso no implica que viva con una venda permanente en los ojos y no sea capaz de ver más allá. Al contrario, sé lo que hay, sé qué cosas de nuestra actualidad rozan lo inhumano y, en ocasiones, lo sobrepasan. Y por eso también sé que soñar con un mundo ideal, un mundo mejor, es totalmente lícito y normal. Y para soñarlo bien... ¡HACE FALTA MAGIA! Porque, además, si no tenemos sueños, tampoco podremos construir realidades esperanzadoras.

YO CREO EN LAS HADAS. ¿Y tú?

CON M DE MAMÁ y C de CUENTOS

2 comentarios:

  1. Entonces es buena para verla con niñas de 3 y 5 años?? Porque alguien escribió que no la recomendaban para muy pequeños... Y me quedé con la duda.

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    1. Marta, siiiiiiÍ! Pichu tiene 5 y alucinó, es que es muy bonita y tiene una estética muy cuidada. No sale nada que no puedan o deban ver, respeta que sea apta para todos los públicos :) Ya me dirás si te gusta! A Rubiazo los últimos quince minutos ya le sobraron, pero es que no tiene ni dos y medio y el pobre esperaba ver alguna bruja mala o algún dinosaurio :D

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