17 de junio de 2016

Las dos caras de la verdad

Hoy escribo desde mis dos "yo", el de madre y el de maestra. Porque por suerte, o no, hay muchas situaciones de la escuela que vivo tanto desde dentro como desde fuera pero sin salir.
No sé si justo por esto mi visión es más completa e imparcial, o por el contrario poco objetiva, sólo sé que simplemente es una opinión más sin intención de convencer a nadie.
En el día a día de la escuela se dan múltiples situaciones, con multitud de alumnos, cada uno de un padre y una madre. En esas situaciones mis hijos también se han visto implicados en alguna ocasión, y es entonces cuando mi lado madre y mi lado maestra se unen al unísono, aun cuando la situación no la he presenciado. En muchas ocasiones seguro que fallo y me falta objetividad, seguro, no soy perfecta ni pretendo serlo. Pero en otras tantas creo que estoy tan acertada como cualquier otra madre que no tiene que separar escuela y casa. No es fácil, no creáis. No obstante, suelo ser de las madres que no justifican porque sí, más bien a veces necesito rebajar quizás el nivel de exigencia.
¿Qué por qué cuento esto? Porque creo que mi posición de maestra me permite entender mejor todos los entresijos que conlleva una "reprimenda", una "consecuencia" o incluso un "castigo" en un momento determinado. Y porque yo confío plenamente en mis hijos, los creo, valoro su capacidad para reconocer si su manera de actuar ha sido la correcta o no o "no ha sido para tanto". Sin embargo, también soy consciente de que aún no tienen la suficiente madurez para discernir ciertas cosas o emitir ciertos juicios y que estos sean exactos.
Todos tenemos una manera de ver las cosas que, aunque sea sólo por unos ligeros matices, difiere de la visión del resto. Los niños también. Lo que para mí es un horror, para otra persona puede ser lo mejor de su vida, y viceversa. Lo que está claro es que los hechos, cuando ocurren, no pueden aislarse del contexto en el que han pasado, porque entonces se desvirtúa la situación. Pongamos un ejemplo: si un niño pega y se le castiga sin preguntar, quizás estemos dejando escapar la ocasión de descubrir que quien ha provocado esa reacción ha sido quien se ha quejado de la bofetada (visto, y solucionado con diálogo, en el patio ayer mismo); es decir, la situación será totalmente injusta debido a que la información nos llega sesgada y así nos quedamos. Y ojo, que pegar la bofetada por la razón que sea obviamente no tiene excusa posible. Otro ejemplo: si un niño es castigado o separado del grupo porque habla mucho, y no es en clase, visto así, a bote pronto, no es que sea injusto sino que, en este caso, es exacerbado. Sin embargo, si a ese alumno se le han dado repetidas oportunidades para que guarde silencio porque la ocasión lo requiere, o su tono de voz era molesto para el resto por excesivamente alto, la consecuencia tal vez ya no nos parezca tan injusta, ¿verdad? Todo esto teniendo en cuenta que quienes están con nuestros hijos entienden que los niños son niños, y necesitan moverse, expresarse y vivir. Teniendo en cuenta también, nosotros los padres, que hay determinadas situaciones que requieren de unas normas básicas de convivencia, como guardar silencio en el cine o en la sala de espera de un hospital.
Con esto quiero decir que siempre, siempre, antes de juzgar, antes de poner el grito en el cielo, antes de creer que sabemos más que el maestro de turno o el monitor de comedor... ¿no deberíamos buscar el diálogo con quien corresponda e intentar mantener una conversación sobre lo ocurrido? Y luego tomamos decisiones o cartas en el asunto si hace falta. Pero criticar, acusar, juzgar y opinar sin conocer el punto de vista de la otra parte contratante... sólo lleva a una situación igual de injusta que la que nosotros creemos estar viviendo.
Está claro que vivimos en un país en el que criticar de manera destructiva y hablar de los demás son, junto con el fútbol, el deporte nacional. Pero, ¿de verdad queremos que nuestros hijos, el día de mañana, o incluso hoy en su día a día, solucionen así sus conflictos, a base de malas formas, peores palabras, gestos inapropiados y, sobre todo, prepotencia? Yo no.
Es muy difícil ser objetivo cuando se trata de nuestros hijos. Es muy difícil acertar a la primera cuando se presenta un conflicto entre alumnos que no has presenciado. En ambos casos, el sentido común puede salvarnos. O al menos no convertir la subjetividad en injusticia.
Nobody said it was easy... que diría Chris Martin de Coldplay, pero es que comprender el mundo en el que vivimos tampoco lo es.
Siempre habrá dos caras de la verdad, la mía y la del otro. El secreto está en la comunicación y la intención de llegar a buen puerto, o al menos de intentar no quedarnos varados.

1 comentario:

Estaré encantada de que opines, te expreses, me cuentes cosas y, en definitiva, de que nos comuniquemos ;) ¿Te animas a hacerlo?