23 de enero de 2016

Cuando nuestros hijos no pueden más

Dolor de estómago es lo que sientes cuando tu pequeña te cuenta que ha tenido un episodio, más, de desencuentro con una compañera que no la trata bien desde que empezaron la escolaridad con tres años. Sobre todo porque no es un episodio cualquiera cuando tu hija se rompe del todo mientras conduces y llora desconsoladamente, con un desespero que te desgarra el corazón.
Hemos tomado medidas, obvio, entre ellas hablar con quien corresponda, y tenemos claro que se solucionará. Habrá quien lo verá desde fuera y pensará que es una chiquillada más. Pero ahí está la diferencia, que no es una más, sino que es la que ha hecho que mi hija se derrumbe, con 6 años.
Le hemos enseñado, o mejor dicho estamos enseñándole, a ser asertiva, a saber decir NO, a defenderse con la palabra, a contestar ante la injusticia; pero no deja de ser una niña que en estos momentos necesita la ayuda adulta.
Mi pequeña es una valiente que superó con creces que una compañera la intentara ningunear cuando con 3 añitos tuvo que llevar parche, además de gafas. La "no suerte" de ser maestra donde ella estudia fue presenciar en varias ocasiones la escena: "hoy nadie juega con Daniela..." y tener que morderme la lengua para dejar que la situación siguiera el cauce normal, es decir que la tutora se encargara. Y así, entre su maestra en clase y nosotros en casa, Daniela fue aprendiendo a no tragar. Lo mejor es que la fuerza que ella tiene la quisiera yo para mí, porque a pesar de ser el parche uno de los motivos de machaque, ella lo vivió con la alegría de poder combinárselo con la ropa de cada día y lo convirtió en algo natural y divertido. Lección a los que la rodeábamos.
Cuando el motivo no podía ser el parche porque ya no llevaba, entonces fue la ropa, y las burlas de esta compañera y su amiga hacia Pichu eran diarias. Misma manera de actuar, como ya conté en un post en su momento: hablar mucho con ella en casa, darle estrategias de defensa verbal sin necesidad de insultos, insistirle en la búsqueda de ayuda adulta y de su confianza... Y volvió a superar la situación cuando al fin un día salió del colegio feliz porque había plantado cara, sin insultos, sin malas maneras, sólo atreviéndose a replicar ante el comentario de "tu camiseta es horrible" con un "pues a mí me parece bonita". Si tenemos en cuenta que sólo tenía cuatro añitos, touché, lección de superación y valentía cuando tienes a un igual machacándote a diario con frases nada agradables.
Daniela es algo mayor que entonces, obvio, aunque sigue siendo una cría. Una cría que, además, no haría daño a una mosca, y que aunque ha seguido contándonos los más y los menos con esta compañera y su amiga mientras estaban en el último curso de infantil y en lo que lleva de primaria, ha sabido resolver y superar cada situación con aplomo.
En casa hablamos, hablamos mucho, de sentimientos, del día a día, de lo que nos duele e inquieta. Lloramos, nos reímos, compartimos risas y pesares, y no escondemos jamás nuestros sentimientos. Nuestros hijos nos ven felices, preocupados, enfadados... Saben que somos humanos y sentimos. Y no tienen miedo de expresar sus emociones. Saben que llorar no es de cobardes, ni de chicas, que enfadarse no es de monstruos, y que reír contagia.
Quizás es por esto que estamos al tanto de lo que ocurre en la vida de nuestros hijos, igual que ellos lo están de la nuestra. Seguimos dándoles estrategias, intentando enseñarles de qué va esto de vivir, convivir y sobrevivir, para que sean capaces de decir NO y de tomar sus propias decisiones en un futuro. Sin embargo, son niños, son dos críos que nos van a necesitar toda la vida. Y cuando piden ayuda, hay que saber estar y actuar para que no se sientan solos, para que la confianza que existe no se evapore y desaparezca para siempre.
Daniela ayer explotó. Tenía razón para hacerlo. Mucha. Y a mí me costó muchísimo no explotar en su presencia y gritar cuatro cosas de lo que pienso sobre las personas abusonas, irrespetuosas y cobardes, porque al final, todo se resume en eso: cobardía.
Cuando tu hija se rompe, duele el estómago. Mucho. Pero ahí es cuando nuestra versión más adulta y madura tiene que tomar cartas. Y en ello estamos. La tormenta pasará y quedará todo en algo anecdótico. Y cuando algo así vuelva a ocurrir, volveremos a estar listos para actuar.
Sin ánimo de dar lecciones de nada, sino tan sólo de compartir, nosotros lo vemos así: jamás debemos subestimar los sentimientos de nuestros hijos. Siempre debemos hablar en casa dándoles la confianza para que se sientan libres de expresarse sin sentirse juzgados, para que así nos busquen siempre que algo se les escape de las manos. Siempre debemos preguntar por el otro, por la otra parte, investigar qué puede haberle llevado a actuar de cierta manera con nuestros hijos, y no dar por sentado que los otros son culpables sin más, porque en toda verdad siempre hay dos versiones. Pero jamás, jamás debemos restar importancia a aquello que angustia a nuestros hijos, por pequeño que nos pueda parecer. Sus preocupaciones de 2, 3, 4, 5, 6 años y demás nunca serán las mismas que las nuestras de adultos, pero serán lo suficientemente grandes como para agobiarlos y que necesiten de la ayuda de un adulto para gestionarlas.

Cuando tu hija de 6 años llega a casa con el alma hecha añicos, la paciencia machacada y no puede parar de llorar... El estómago duele, mucho. En nuestra mano está ayudarle a recoger los trocitos y volverlos a juntar, prometerle una solución para su problema y actuar sin demora.

Podéis leer aquí: http://conmdemami.blogspot.com.es/2014/07/mama-hoy-me-han-hecho-dano-en-el-corazon.html?m=1 y aquí: http://conmdemami.blogspot.com.es/2015/06/10-cosas-que-mi-hijo-debe-saber.html?m=1 más sobre resolver situaciones en las que nuestros pequeños están sufriendo en su entorno escolar o sobre los sentimientos que nos generó y las reflexiones que nos hicimos entonces. 

Cuando no tienen edad de poder explicarse, como nos pasó con Rubiazo a final del curso pasado, hay otros signos que son claramente una alerta, como puede ser un retroceso en control de esfínteres sin motivo aparente (enfermedad, celos...) en determinados momentos o sólo en el lugar donde el niño sufre la situación de estrés. Si detectamos anormalidad en algo no debemos dudar jamás en preguntar, consultar o pedir tutoría con educadores y tutores. Preguntar no es ofender, y a veces dejar pasar un día puede ser clave para que en futuras situaciones nuestros hijos confíen en nosotros o no.

CON M DE MAMÁ

(Yo quiero un corazón tan bonito como el tuyo)

11 comentarios:

  1. Mi padre siempre dice que duelen más las ofensas a los hijos que a nosotros mismos. Admiro tu entereza, por no hacer lo que te pide el cuerpo y tener la templanza de hacer lo correcto. Tu hija tiene suerte de tenerte como madre porque has sabido transmitirle esa confianza tan necesaria para compartir contigo sus preocupaciones.
    Yo también creo que es muy importante no menospreciar las inquietudes de mis peques, para mí quizás sean chiquilladas pero para ellos es un problemón y creo que no les hago ningún favor quitándole importancia.
    Bravo por ti y bravo por tu hija. Un besote para las dos.

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    1. Tu padre tiene mucha razón. Duele más sin duda. Es difícil no dejarse llevar por la sinrazón pero hay que hacer de adulto.
      Mil gracias por tus palabras preciosa. Bravo por ella sobre todo, que es buena a rabiar y yo tengo mucho que aprender de su manera de ser.
      Un besazo grande

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  3. No tengo palabras..me parece increíble que desde los 3 años ya se comporten así..yo también viví algo parecido pero a mi hermano con 4 años lo perseguían para pegarle unos niños abusones, al final entraron tutores, padres, directora etc luego cuando era más grande otra vez igual, pero lamentablemente pocos fueron los profesores del colegio que lo defendieron, la mayoría decía que era un niño nervioso y que era culpa suya!!! Y así te puedo contar algunos episodios más...seguro que Pichu saldrá adelante y esa niña será la que se quede sola en un futuro, nadie querrá estar con ella, por experiencia lo digo..besitos!��

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    1. Buf! Como maestra no soporto cuando se trata mal a un peque. No soy la única que corta una sesión para solucionar un conflicto, suponga el tiempo que suponga.
      Pobre de tu hermano, que un niño sea nervioso no es motivo para consentir que se le intimide con ciertos comportamientos.
      Y sí, yo también creó que este tipo de niños si no cambian acaban quedándose solitos.
      Mil gracias por tus palabras Cris y un beso gordo.

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    2. Eres una gran madre y maestra!! Un besote familia 😘

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  4. Me ha encantado leerte. A mi rubia le han puesto gafas hace semanas volvió con ellas el primer día después de las navidades y antes de eso puse un mensaje en el grupo de whatsapp de padres para que sin decirles lo que tenían que decir que fueran preparando a sus hijos, las madres y padres con dos dedos de frente sabían que era lo que tenían que hacer, quien no no lo hizo y en efecto al llegar a clase uno de ellos se burlo y mi rubia que ya le habíamos dicho que tenía que contestar salió airosa de la situación.
    Y por otro lado, vosotros habéis hablado con los padres de esas niñas?? Y la profe de ellas??
    Te lo pregunto pq ahora estoy en la tritura como profesora, pq el viernes me cine a casa tras enterarme de un acoso a una alumna de mi tutoría por parte de otras dos niñas y hablé un poco con ela y sus hermanos que fueron los que vinieron ha hablar conmigo. El lunes debo atajar el problemay no sé como atajarlo.
    Bueno gracias por todo. Un saludo y gracias por seguirme en twitter.

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  6. Hace unos dias escribí un post sobre el acoso escolar y alguien me comentó que tenía una amiga a la que su hija con 6 años ya sufría acoso. Me pareció algo demencial, pero leerte y ver que ocurre desde los tres ya me parece algo ... en fin... ni siquiera encuentro la palabra correcta. Siempre he pensado, no obstante que hay niños, que tienen un fondo totalmente "maligno", que son envidiosos y retorcidos por naturaleza, pero no tengo duda en que en estos casos son los colegios, y los adultos quiénes deben de poner remedio. Espero que a mi hija no le pase nunca, no se si yo sería tan correcta como tu. Mi hermana, sufrió acoso escolar... y fui a decirles un "par de cosas" a las "acosadoras", y nunca más se pronunciaron. Quizás no era lo correcto pero no pude evitar esa rabia cuando vi a mi hermana de verdad, triste por primera vez. Me da miedo que mi hija pueda ser una víctima de este tipo de niños malvados porque ella es increíblemente buena. En fin, de verdad, enhorabuena por ser tan buena madre y tan correcta y paciente. (tomaré nota por si acaso jejeje ) Un abrazo y ya verás como tu pequeña sale de todo esto airosa y reforzada. ÁNimo! MUAk

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  7. Qué bonita es Pichu!
    Me ha encantado cómo lo explicas. Está claro que para ellos eso es importante y que nosotros debemos darle la importancia que ellos le dan, lo contrario no logra minimizar el problema sino que su confianza hacia nosotros se rompa.
    Dicho esto, espero que pronto logréis solucionar el tema. El curso pasado (P5) muchas tardes al ir a recoger a mi hija la encontraba llorando. No eran situaciones de acoso pero sí desavenencias con amigas que la herían en lo más hondo. A mí se me partía el alma cuando la veía llorar. Hablando con las familias de las otras niñas y con la tutora logramos solucionarlo.

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  8. Nada duele como que tu hij@ tenga "el alma hecha añicos".Gracias por el testimonio. Muy duro. Me alegro que se pudiera solucionar finalmente.

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