15 de noviembre de 2015

Carta abierta a la humanidad perdida

Unos dicen que soy fruto de la ciencia. Otros sin embargo opinan que si existo es gracias al dios de una religión. Y aún hay un tercer grupo que se aventura a decir que soy el resultado de una combinación de ambos.
Sea cual fuere mi origen, por aquí ando. Unas veces más longeva, otras menos, unas miserable y otras más afortunada.
No sé si podré contar esto muchas veces o si ésta será la última vez que me pronuncie. Por desgracia no soy yo quien decide. Los que deciden son aquellos que me poseen.
Me destruyen a su antojo muchas veces, demasiadas. Aunque otras, quien acaba conmigo son las circunstancias. Lo que yo no consigo entender es cómo quien tanto me aprecia y tanto ansía mi eternidad puede jugar a torturarme sin ningún tipo de escrúpulos hasta dejarme sin aliento. No necesitan razones para hacerlo, sólo odio, ansia de poder y ambición exacerbada.
Mis mayores destructores son los seres humanos. Los mismos que progresan a nivel material a la vez que a nivel humano van para atrás como los cangrejos.
Si yo pudiera hacía maletas y emigraba a otra galaxia, a años luz de tanta barbarie. A empezar de nuevo, de cero, de la nada. Y que, fuera cual fuera la versión que quisieran dar a mi existencia, no fuera motivo de enfrentamientos que acaban en masacres.

Unos dicen que soy fruto de la ciencia. Otros sin embargo opinan que si existo es gracias al dios de una religión. Y aún hay un tercer grupo que se aventura a decir que soy el resultado de una combinación de ambos.
Sea cual fuere mi origen, por aquí ando, aunque ya no sé por cuanto tiempo...

Firmado: La vida.

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