29 de junio de 2014

El legado para nuestros hijos...

Cuando en días como hoy llevo unas semanitas "en barbecho", como diría mi amiga-hermana-mami-maestra Pura... Me da miedo ponerme delante de esta hoja que ahora esta en blanco, porque mi cabeza es una olla a presión y hay mil temas luchando por salir y quedar plasmados. Creo que hoy en concreto se debe a que, en mi caso, acaba un curso, que es como si acabara un año, y es momento de hacer balance, o eso deben pensar cabeza y corazón.
Suelo ser la típica persona de mensajes positivos, de comentarios irónicos hacia mí misma y productora comarcal de carcajadas, porque siempre me ha gustado empezar riéndome de la que aquí escribe (así después puedo reírme del resto de manera más que justificada, jijiji). Sin embargo, hay días en los que se apodera de mí el espíritu del sermoneo. Hoy... vamos más por estos derroteros, lo digo por si queréis sentaros con taza de té en mano y gafas de vista cansada sobre la nariz.
Hace un tiempo que no paro de darle vueltas a la mierda chapuza de mundo mundial que estamos dejando a los que vienen detrás, o sea, a nuestros hijos/sobrinos/nietos... Hace tiempo también que si me entero de lo que pasa fuera es porque cotilleo las redes sociales a ratitos o porque Roberto me cuenta la última jugada de algún mangante, pero no porque vea las telediarios o lea la prensa. No, no es falta de interés, es cansancio puro, porque si me paro a pensar en todas las barbaridades que a lo largo del día suceden en el mundo, se confirma que estamos todos muy locos, que los escrúpulos han emigrado a otra galaxia y que los valores & cia también han ido con ellos.
Hace un ratito, alguno de mis contactos de facebook ha compartido esta foto...


que viene a decir algo así como "El mundo es un lugar peligroso, no por aquellos que hacen el mal, sino por aquellos que miran y no hacen nada". Albert Einstein, además de un fuera de serie en su campo, era todo un visionario: vivimos en un mundo que da miedo, auténtico miedo.
Si pensamos en los que dominan... ¡mal! Son de los que han dejado marchar valores y escrúpulos a otra galaxia y sin billete de vuelta. Y da igual el color que vistan o el idioma que hablen, estar en la cima corrompe hasta el que viste más puro. Supongo que la mente humana, caprichosa e inocente en el fondo (más hondo posible), sigue pensando que "algún día..." las causas serán justas de verdad, los que mandan lo harán buscando el bien común, las riquezas serán repartidas de manera igualitaria y, más allá de quimeras y utopías, reinará la PAZ, ésa que no depende de pactos, contratos, amiguismos y demás chanchullos que pudren el concepto en sí y el verdadero significado de esta bonita palabra.
Si pensamos en los que nos rodean, en nuestros "alrededores" más cercanos... ¡pues hay de todo, sinceramente! A mí, como a Jean-Jacques Rousseau, me gustaba pensar que "el ser humano es bueno por naturaleza", sin embargo, y aunque tengo la suerte de tener en mi círculo mucha gente de alma bonita, también tengo la no-suerte de tropezarme con individu@s que para nada son tan naturalmente buen@s como presuponía el señor Rousseau. Vivimos en un país, no sé si esto se hace extensible a otros, en el que la crítica no constructiva es deporte nacional, como ya he dicho otras veces. Triste. Pero no sólo eso. Además, somos los reyes del mambo cotilleo y del escaqueo, del cuchicheo, del señalar y de hablar con todos de todos, pero mejor si es a espaldas del interesado; y si se trata de ayudar sin conocer al prójimo, mejor si no entramos en detalles. Vivimos tan a la nuestra, a este ritmo tan loco, que a veces no somos capaces ni de prodigar una sonrisa para iluminar el día del de enfrente, o lanzar un "¡hola!" que a nada compromete pero que destensa mucho el clima frenético de la calle, el vecindario y hasta el trabajo.
A los niños de hoy en día hay que llevarlos entre algodones, no vaya a ser que se traumaticen por escuchar un "NO", y sin embargo, los consentimos tanto con tal de no oírlos, que estamos creando pequeños seres despóticos que la única palabra que siempre tienen a tiro es un "¡NO!" ante cualquier cosa que no sea fiel a su expreso deseo. Curioso. Y ojo, no confundamos "llevar entre algodones" con "criar con amor". Yo de lo segundo hago todo lo que puedo, no me quedo con la sensación de que mis/nuestros hijos vayan faltos de cariño, amor y dedicación, más bien al contrario; ahora, lo de llevarlos como si fueran a romperse... pues no lo comparto, la verdad, que la vida es dura, y consentir o malcriar no es lo mismo que mimar, y luego vienen las frustraciones y demás. Claro, a esta tiranía infantil hay que sumarle la mala costumbre, también heredada o no inculcada, de no pedir disculpas cuando algo se ha hecho de la manera que no tocaba. Igual exagero, pero a nuestros sucesores les estamos dando unas lecciones de NO CIVISMO que lo único que muestran son la degradación de la condición humana más básica, la desaparición de la bondad innata y la devaluación de la calidad de las personas, ya que si algo importa en esta sociedad es la cantidad, siempre la cantidad.
Cuando miro a mis dos hijos, cuando los veo jugar riendo, cuando escucho a Pichu explicándome soñadora que "cuando sea mayor...", me da pánico. Es que no sé en qué tremendo punto estaremos cuando ella sea mayor. No sé cuán destrozado estará nuestro planeta, ni con qué recursos naturales contaremos, ni si habremos conseguido entendernos más allá del idioma o seguiremos con el contrabando de armas, órganos, niños y mujeres. No sé si se habrá llegado a la libertad de los pueblos por medio de la violencia, así, haciendo apología a la mezquindad más auténtica, o si se habrá dejado que los pueblos esclavizados por cuatro duros tengan un modus vivendi digno de cualquier ser humano, empezando y terminando por los menores de los mismos. Tampoco sé si los dirigentes de los países, esos que se empollan los discursos que ni siquiera escriben, seguirán vendidos a las multinacionales, si la banca continuará siendo el lugar más inseguro para nuestros ahorros o si las farmacéuticas aún harán juego con nuestras pandemias y enfermedades, alargando lo indecible la agonía de nuestra raza para no perder ni un clavo. No lo sé...
Lo que sí sé es que toda la gente bonita que hay, PORQUE LA HAY, debería hacer más fuerza por lanzar su bondad hacia la esquina contraria del mundo, con una simple sonrisa a quien no se la devuelve, un guiño o un gesto amable a quien habla mal a las espaldas, una mano amiga a quien jamás dará su brazo a torcer por otro... Yo creo en el efecto mariposa. Todo es ponerse.
Y si escribo esto es por puro egoísmo, que conste, porque me preocupa el legado que estamos preparando a nuestros hijos e hijas, porque me aterra pensar que un día no estaremos para cuidarlos y los habremos dejado en medio de un berenjenal de tres pares de narices. Si hay algo que me consuela es que sé que gracias a estar volcando el 200% de nuestro amor en su crianza y a decir "NO" cuando la situación lo requiere, al menos, los estamos educando para que sean personitas buenas, claras y sin segundas o terceras intenciones, positivas, responsables, honradas, con inquietudes y sueños, cívicas y colaboradoras, pero sobre todo con los pies en la tierra. Sé que convivirán con iguales que hayan escuchado "SÍ" a toda hora, que hayan convivido con el engaño y el conformismo como compañeros de juegos, y que hayan "disfrutado de una feliz infancia" a base de recibir , recibir y recibir a toda hora todo aquello que se les antojase. Y cuento con que, entonces, no juzgarán a sus compañeros de mundo, y menos se mofarán de ellos, ya que entenderán que tanto desencanto es sólo el legado que sus antecesores les han dejado.
Me apena enormemente saber que MUCHO TENDRÍA QUE CAMBIAR EL SER HUMANO para que yo me creyera la máxima de Rousseau. 

Así que, en mi opinión, NO HAY MEJOR LEGADO PARA NUESTROS HIJOS QUE un montón de sacos llenos de amor, mucha paciencia y ganas de hacerlo bien (he dicho bien, no cómodo).

CON M DE MAMÁ y de Maestra



1 comentario:

  1. Bravo, con sentido común es fácil intentar que todo mejore, intentamos mejorar para que las futuras generaciones mejoren, aunque eso equivalga a un no. Uno a tiempo, no está mal, ¿no?

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