17 de febrero de 2015

3, 2, 1... BOOOOOOM!

Estoy cabreada. Mucho. Mira que llevaba unas semanas con el firme propósito de no hacerlo, de sentirme agradecida por todo, incluso por las pequeñas piedras de cada día. Pues nada, reto a la basura.
Yo elegí ser madre, y lo volvería a elegir mil veces. Pero no sabía que el paquete, además de niños, incluía un montón de cosas más, entre otras el estrés máximo y la anulación de la persona hasta el punto de no poder padecer unas anginas en condiciones, tal cual.
Lo de ser madre trabajadora fuera de casa, qué queréis que os diga, una falacia. Por separado ambas facetas, la de madre y la de profesional, son una pasada, pero juntas son mucho más que una pesadilla, en serio.
Tan es así que estoy pensando en lanzar al mercado, en colaboración con los cerebrines de la UPV, un botón implantable que se nos ponga directamente a las madres al parir (o al adoptar) a nuestros retoños, y que estando siempre en modo ON nos inhiba de tanta responsabilidad persecutoria. Porque sí, porque somos nosotras quienes no podemos evitar agobiarnos al sobrecargarnos con y por todo. Es una auténtica broma que la cabeza vaya por delante del cuerpo y entonces nos llegue tamaña frustración cuando queremos hacer mucho y nos quedamos en menos que nada.
Hoy Rubiazo está enfermo, bastante además. Tanto que cada respiración lleva ímplicita dos o tres toses. No habla, sólo tose. Y como es asmático, se ahoga. Tiene fiebre. Ayer, cuando ya estaba acostado, vomitó hasta sus apellidos. Lleva dos días sin dormir, porque... sólo tose. Su canguro tiene un esguince, así que hoy me he quedado yo con él. Y, se me han juntado el cansancio acumulado, las anginas mal curadas, la sensación de "no estoy haciendo nada con todo lo que tengo que hacer" y, sobre todo, la impotencia de verlo padecer tanto; y ha pasado lo previsible: he estallado. ¿Por qué? Porque quiero estar con él, verlo bien, saber que esto pasa en nada y no se complica, pero a la vez no puedo evitar pensar en que sólo puedo hacer eso: estar con él. El resto de cosas quedan anuladas. Y entonces me agobio, muchísimo. Y si además me paro un poquito a pensar y aterrizo en la suerte que tengo de que "sólo" sea esto lo que ha de preocuparme, encima me siento idiota, y bastante egoísta.
Total, que hoy no es mi día.
Y que sigo pensando que algo va mal cuando las madres que trabajamos fuera de casa tenemos tantos momentos "olla a presión". No sé si es la falta de conciliación o la mierda de sistema en el que andamos metidos.
Yo quiero una vida más "lenta", pero no consigo hacerla llegar. En cuanto asoma la vista por la puerta y la invito a pasar, se esfuma. ¿Alguna idea de cómo hacerla permanecer? ¿Alguien por ahí que quiera compartir la fórmula secreta?
Venga, que mañana seguro que sale el sol.

CON M DE MAMÁ y B de BOOOOOM!
(Escrito desde el teléfono, mientras le sujeto la cabeza a Rubiazo, y entre jeringuillazo y jeringuillazo de agua.)

3 comentarios:

  1. Seguro que hoy es mejor, como poco porque lo miras con otros ojos.
    besos y arriba!!!

    ResponderEliminar
  2. Mañana seguro que sale el sol y este momento desahogo te ayuda a ver todo de otra manera. Yo soy la que está al lado de las mamis trabajadoras (fuera de casa, se entiende) para ayudarlas en esos momentos en que sus pequeños se ponen malitos y ellas no pueden llegar a todo. Me quedo con ellos, y cada poco mando la foto de rigor para que vea al pequeño, lo que come y lo que hace y así cuando vuelve llega algo menos desesperada.
    Fórmula mágica? no tengo, sólo puedo escucharte y decirte que el sol ya está asomando.. un besazo y mucha fuerza

    ResponderEliminar
  3. Pues... poco a poco. Hay días mejores y otros no tanto. Lo bueno de uno, compensa lo malo de otro. O al menos, espero que el balance sea positivo al final de los días ;)

    ResponderEliminar

Estaré encantada de que opines, te expreses, me cuentes cosas y, en definitiva, de que nos comuniquemos ;) ¿Te animas a hacerlo?