18 de enero de 2015

Evolución natural, paciencia y respeto.

En muchas ocasiones, paciencia es a maternidad/paternidad lo que nieve es a Valencia. Vamos, una utopía, básicamente algo difícil cuando se juntan determinados factores que convierten tu semana materno-laboral en un infierno. Pero, en esos delicados momentos, una vocecita interior debería recordarnos que fue nuestra decisión, y no la de ellos, que vinieran a este mundo. No siempre es fácil ni aun con vocecita.
La crianza implica muchas etapas, y en cada una de ellas hay implícita una evolución natural de nuestros hijos. Lo ideal es justo eso: que sea natural. Sin embargo, muchas (demasiadas) veces, la sociedad, las normas que nuestra frenética rutina nos impone y el ritmo de locos, en general, nos obligan a "adelantar acontecimientos", forzar pasos y acabar saltándonos a la torera la ley natural, es decir, pasamos a no respetar en absoluto la evolución de los niños. Imponemos nuestras necesidades y las hacemos pisar las suyas. Triste, retorcido y real como la vida misma.
¿Y cuáles son estas etapas en las que nos interesa adelantar el reloj biológico del niño y hacer que su segundero corra más que el nuestro? Pues, a mi modo de ver, cuatro. Al menos si pienso en las edades actuales de mis hijos, 5 y 2, y las estapas que hemos vivido hasta ahora con ellos. Y estos saltos evolutivos o hitos importantísimos y fundamentales en su evolución han sido: alimentación, pañal, sueño y comienzo de la lectura, no importa el orden.
En cuanto a la alimentación creo que es más que obvio que a nuestra sociedad no le interesa lo más mínimo que las madres demos leche materna. Los cánones laborales (bueno, y el negocio de las empresas farmacéuticas) están establecidos, y más ahora en época de "recesión económica" para que los padres, en la medida de lo posible, se decanten por la leche de fórmula. Y, aunque cada vez más, se va normalizando esto de que dar pecho es algo natural, y que quienes lo hacemos no somos animalicos, sino madres corrientes, de las de toda la vida, aún hay gran número de pediatras, expertos y publicistas que insisten en que con seis meses es suficiente, y que la leche de bibe aporta tanto o más que la de mami. Opciones como colores, que cada cual decida, o así debería ser, sin embargo, no es así. Hay mucho mito aún, y sobre todo, bastante desinformación y demasiado interés en que los niños sean independientes de sus madres casi nada más nacer. Interesan madres despegadas por fuerza, y no por propia elección. En mi caso, he tenido dos hijos y con cada uno he hecho lo que he podido en cada momento, Pichu tomó lactancia mixta desde el segundo mes, y tomó pecho hasta el quinto. Rubiazo, con dos años y casi tres meses, sigue tomando pecho a día de hoy. Si hace cinco años hubiera sabido todo lo que sé ahora, quizás Pichu no habría tomado leche de fórmula para complementar, o quizás sí, no lo sé, porque la experiencia es un grado, y entonces éramos novatos. Lo que sé es que en ningún caso hemos forzado la máquina, ni hemos actuado por interés propio ni por necesidad de "despegue", sino siempre pensando en su bienestar.
Si hablamos del pañal, también puedo afirmar que, en ambos casos, han sido procesos naturales, pero más que distintos, y que nunca hubiera dicho que iban a salir tan bien. En el caso de Pichu, fue ella quien inició el juego de imitación de sus compis en su (primera) guarde, y cuando empezó el segundo curso de escuela infantil, con apenas 21 meses, siguió demostrando que estaba preparada. Así que, un mes antes de los dos años, se quitó el pañal y a los dos años exactos nos pidió no llevarlo ni por la noche. Con Rubiazo pensábamos que costaría más, supongo que porque inevitablemente, lo vemos más pequeño, por el hecho de ser el benjamín de la casa y porque siendo los dos maestros sabemos que, normalmente, a nivel evolutivo las niñas van por delante. Sea como fuere, el caso es que no dábamos un duro porque fuera fácil, y estábamos a la espera de alguna señal, pero pensando en primavera, cuando mínimo tuviera los dos años y medio, y reconozco que con el susto en el cuerpo por si no conseguíamos el control de esfínteres antes de sus tres años, para el comienzo del cole de mayores (otro de los terrores impuestos por esta sociedad de adultos, que hace que los padres vivan con pánico el comienzo de la etapa infantil en un centro escolar). Una vez más, el cuerpo humano demuestra ser una pieza perfecta, siempre y cuando se la respete. Rubiazo decidió empezar él su propia operación pañal al mes de hacer los dos años, y comenzó a pasar el día seco en el cole, pidiendo hacer pipi como sus compañeros en el wc. Pero como era algo espontáneo, seguía llevando pañal. Nosotros, con eso de que es el segundo y de que no lo esperábamos tan pronto, nos hemos relajado tanto que al pobre le ha faltado decirnos "¿me vais a quitar el pañal ya o qué?". Así que, ni hemos pautado horas de pis ni nada, y lo volvimos a llevar a la guarde, tras todas las Navidades, pensando en que quizás la relajación con el tema había hecho que él fuera para atrás. Nada más lejos: hablamos con su educadora y a los dos días de volver, Rubiazo ya no llevaba pañal. Ha demostrado ser un campeón, porque lo ha hecho él solito. Sólo nos queda el de la noche, que le quitaremos cuando, una vez más, demuestre estar preparado, sin forzar la máquina y sin presionarlo inútilmente. ¿Cuándo será? Ni idea. No vamos a angustiarnos antes de tiempo pensando en que llegue a los quince y siga durmiendo con pañal. Al menos ahora no.
Con el tema del pañal la sociedad no impone menos que con la leche de fórmula. Yo he escuchado de todo: que es cuestión de siete días siendo muy constante, que si el niño está preparado cuando consigue saltar con los dos pies juntos... Pues o mis niños son la excepción o va a ser que la excepción es precisamente todo el cómputo de las estupendas teorías que van apareciendo. A día de hoy, puedo afirmar que ni Pichu era capaz de saltar con ambos pies juntos a la vez cuando dejó el pañal, ni Rubiazo lo hace ahora. Quizás sea porque no son súper expertos en psicomotricidad gruesa, sino más bien del montón. Lo de los siete días... Por la experiencia de las personas de mi entorno, tampoco lo veo real, no a no ser que el proceso lo inicie el niño de manera espontánea porque su cuerpecito esté preparado, porque ya os digo que de manera impositiva... No ocurre. ¿Cómo va a ocurrir si el primer paso debe ser que el propio niño sea consciente de cuando está mojando el pañal? Y para eso no necesita normas o rutinas únicamente, sino madurez de su propio sistema y de su musculatura. Una vez más, la sociedad presiona, agobia, impone y nosotros nos contagiamos inevitablemente de ese estrés y caemos en la trampa. Y ahí viene entonces el "fracaso" de la operación pañal.
¿Y qué si hablamos del sueño? Dejando a un lado el tema de teorías, modas, corrientes y libros que eduquen el sueño... Os confesaré que mis ojeras me las gano a pulso, igual que lo hace mi marido, porque nuestros hijos jamás han dormido como ceporros. Pichu, empezó a tener un sueño más continuado y profundo cuando pasó la barrera de los cuatro. Ha sido muy "pesada" por las noches. Y no, señores, no ha sido fácil. Y Rubiazo lleva la misma marcha, así que entiendo que aún nos quedan dos años horribilis. Y en ambos casos hemos seguido rutinas de horarios, cuento y demás, mismas pautas que aquellos a quienes sus hijos les duermen diez horas de tirón. Lo curioso es que con Rubiazo la gente que opina me dice que es porque aún le doy pecho, a lo que yo respondo "¿y con Pichu por qué fue? ¿Porque no le daba?" Absurdo. Una vez más, se intenta generalizar y pautar. Y no, al menos en nuestro caso, hemos aprendido que cada niño es un mundo, tiene unas necesidades, un ritmo, sigue un proceso y evoluciona cuando está realmente preparado. Eso sí, hay una teoría que aquí se cumple a rajatabla y que me creo a pies juntilla: "los niños o duermen bien o comen bien". ¡Jajajaja! Nuestros hijos igual te piden un gazpacho andaluz que una ensalada con salsa de miel y mostaza que un trozo de chocolate... Pero dormir ya sabéis lo "bien" que duermen. Todo no puede ser.
En cuanto al sueño sólo añadiré que, efectivamente, cuando estás agotado, desespera, cabrea y cansa aún más, porque ante todo, no somos robots. Pero por experiencia sabemos que todo pasa. Ya que por mucho que nuestra hija haya pasado a nuestra cama siempre que lo ha necesitado y lo siga haciendo cuando sueña, por mucho que Rubiazo, sólo por comodidad mía, haya colechado hasta el año y pico, y no haya dormido en cuna mientras Pichu lo hizo desde los seis meses y en su propia habitación... Ambos han demostrado que respetando su proceso y sus necesidades, todo llega, y que no corremos el peligro de que quieran dormir con nosotros hasta los 30. Pichu prefiere dormir en su cama por propia comodidad, y nos busca sólo si nos necesita. Eso sí, a Rubiazo aún le quedan noches de llamarnos y necesitarnos... Noches duras como lo fueron las de la actual "Pichu independiente". Pues eso, una vez más, con naturalidad, todo ocurre como y cuando debe ocurrir.
Y para acabar, hablemos del aprender a leer. Por eso del agobio que nos entra cuando nuestros hijos pasan a primaria sin leer. Por eso de que nuestro actual sistema educativo impone unos mínimos que las editoriales plasman en forma de textos eternos a los que deben enfrentarse los pobres alumnitos que llegan a primero, y desde el primer día. Pero de esto en concreto y en profundidad, hablaré otro día. Ahora sólo quiero volver a defender el respeto a la evolución natural frente al empeño de la sociedad y de los padres en crear maquinitas perfectas. Los niños aprenden a leer (hablo de los casos en los que no haya ningún tipo de necesidad educativa) de manera natural, según sus inquietudes, su predisposición y su entorno. Se motivan la mayoría de veces sólo de observar a sus semejantes en clase, y a sus progenitores en casa. Si no muestran interés y los forzamos en la etapa infantil sólo fomentamos la fobia y la frustración. Pichu acaba de cumplir los cinco años, llevaba meses leyendo en mayúsculas porque sí, porque le apetecía, porque a los dos años empezó a preguntarnos por el sonido (nunca le dijimos el nombre, sólo el sonido) de las letras... Lo hacía a modo de juego y como un juego ha sido su comienzo a leer. Hoy por hoy lee todo tipo de grafía, mayúscula, minúscula, ligada y de imprenta. Y sucedió de repente, un buen día en el que, como otro cualquiera, cogió un cuento y en vez de inventárselo lo empezó a leer. Evidentemente, lloré de la emoción al escuchar su dulce voz leer sin parones las frases de Blancanieves. Porque ahora se le abre un fantástico mundo lleno de posibilidades, y porque ha llegado a él por sí misma, que tiene más valor, con la inevitable ayuda de todo lo que a diario trabajan en su escuela, y que va haciendo poso, pero sin presiones ni imposiciones ni empeño de los adultos de su vida.
Una vez más, queda demostrado, al menos en nuestro caso y con nuestros hijos: la naturalidad en la crianza y el respeto por las diferentes etapas evolutivas de nuestros pequeños son garantía de éxito frente a todas las teorías y procesos impuestos que quieren que hagamos grandes a los más pequeños por puro egoísmo, comodidad y necesidad propios.
Pero, y una vez más también, esto es sólo mi opinión y nuestra experiencia en este largo, nada fácil pero muy gratificante camino de la pa/maternidad.

Un abrazo.

CON M DE MAMÁ y R de RESPETO

4 comentarios:

  1. Como siempre tienes razón en lo de la lectura,Luna fue natural y en lo del sueño duerme peor que de bebe y en lo del pañal yo corrí y claro no fue bueno,un besazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Preciosa, no se trata de culpabilizarnos, sino de saber que lo hemos hecho lo mejor que hemos podido o se nos ha dejado. Y en tu caso, estoy segura de que así ha sido.
      Un besazo enorme

      Eliminar
  2. Me encanta esto "vamos, una utopía, básicamente algo difícil cuando se juntan determinados factores que convierten tu semana materno-laboral en un infierno". Y aún así, cuando conseguimos reunir esa paciencia que creemos inherente a la maternidad, aunque a veces está lejos, ¡somos tan brillantes! (creyendo en nuestras posibilidades, jejeje).

    Coincido en todo, respetar los ritmos es difícil, y más aún si entran en juego otros factores / actores, como la escuela; por eso es un reto intentarlo. Diría yo que apostar por ese respeto, es hacerlo por un crecimiento más saludable.

    Gracias por el post.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo primero, gracias a ti Macarena por no sólo leer mi entrada sino además perder un rato en comentarla. GRACIAS.
      Es muy difícil porque el ritmo loco que llevamos nos permite pocos parones, pero a pesar de todo, y como tú bien dices, SOMOS BRILLANTES. Jajajjaa.
      Un abrazo grande

      Eliminar

Estaré encantada de que opines, te expreses, me cuentes cosas y, en definitiva, de que nos comuniquemos ;) ¿Te animas a hacerlo?