18 de junio de 2014

Lecciones del día a día

Conduzco volviendo a casa, pensando en las mil cosas que me quedan aún por hacer, cuando, después del subidón de escuchar y cantar (desgallitarme con) Viva la vida, suena Fix You en el mismo cd. De pronto estás otra vez conmigo, olvido todo lo que ocupaba mi cabeza, borro la lista de tareas pendientes y sólo estáis tú y tu ausencia. Hago el resto del camino llorando, sintiendo la letra resonar en mi cabeza y disfrutando de sentir las lágrimas caer. Me hacía falta. Siempre sabes cuando aparecer de un modo u otro.
Aparco justo bajo de casa, pero decido esperar porque todavía lloro. Y de repente, el sonido del claxon de varios coches me saca de mi ensimismamiento... Giro la cabeza y veo una larga cola de coches en la calzada, justo en el que hay a mi lado una señora gesticula con cara de enfado mientras mira hacia delante. En la acera, varios vecinos han aminorado su marcha y miran hacia el paso de peatones. Levanto la cabeza y lo veo. Un señor mayor, agarrado como puede a un andador, está totalmente parado en medio del paso de cebra. ¿En serio está pasando? ¿De verdad nadie ha sido capaz de correr a ayudar al hombre, ni los conductores de los coches, ni peor aún, los que van caminando?
Salgo volando, con las lágrimas cayéndome aún y le pregunto si está bien.

- Llevo una sudada, a ver si me desatasco y consigo llegar a la acera.
- ¿Me deja que le ayude? Yo no tengo prisa.
- Sí, gracias. A mí estas cosas me ponen nervioso, todos esperando.
- Bueno, usted olvídese de los que van con tanta prisa, y así se le pasa el nervio y consigue llegar a la acera.
Avanzamos dos pasos y el primer coche nos rodea y pasa. Y así van haciendo todos los demás. En serio, tengo el alma partida. ¿Es esto posible? Sí, lo es. Él también se ha dado cuenta de ello.

-Así ya pasan, ¿verdad?
- Sí, sí que pasan. Usted por eso no se agobie.
- Ahora a ver si llego. Como pasan, ya me apaño.
- No se preocupe. Yo no tengo prisa.

Tardamos unos minutos más en recorrer las dos líneas del paso de peatones que nos separan de la acera, que para más inri está en pendiente y tiene un tramo con el suelo de "circulitos" que sobresalen. Le pregunto si le acompaño un tramo más.

- No, si lo peor va a ser si empieza el partido y yo no he llegado a la falla.

Sonrío, me despido, me da las gracias y continúa su muy lento caminar.

Cuánto mensaje en tan sólo diez minutos. El hombre del andador bloqueado y nervioso porque molestaba, incapaz de dar un paso. Los transeúntes y conductores, cada uno en su papel, unos mirando y cuchicheando, los otros vociferando dentro de sus vehículos y haciendo sonar la bocina... Preocupados por quedar bien con su "prisa" o con su "cotilleo". Nadie ayuda a nadie.
Un buen hombre agobiado por estar causando semejante alboroto. Pero nadie ha mirado por él...
No llegaba a ver el partido, quizás su momento más distendido del día, ése en el que olvida que le cuesta caminar y que "molesta" al ritmo del resto del mundo.

Gracias papá. La de hoy ha sido una GRAN LECCIÓN. La necesitaba. Lo sabes mejor que nadie. Necesitaba recordar justo eso: no importa cómo me trate el mundo, aunque no sea justo, aunque sólo se queden con mi "atasco temporal" y no vean todo lo demás... Ha de importarme el seguir haciendo las cosas con el corazón en la mano, a pesar de las decepciones. Lo que cuenta es lo que doy. Los que cuentan son los míos, los bonitos de corazón. El resto... el resto puede seguir vociferando, gesticulando y haciendo sonar sus bocinas; pueden seguir mirando y hablando y dejando que el otro lado vocifere.
A mí lo que me importa es llegar antes de que Pichu se duerma para darle un beso de buenas noches y acariciar "dulces sueños" a Rubiazo.

Te quiero.

CON M DE MAMÁ y L de Lección

2 comentarios:

  1. Que bonito, me has hecho soltar lagrimilla, la verdad es que a veces una no sabe si lo que nos rodea son personas o máquinas...que está pasando?
    Un beso

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  2. Menuda lección. Me quedo con ella en la mente para tenerla a mano y contarsela a mis hijas.

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