26 de diciembre de 2013

Una cucharada de dulce y una pizca de agrio, removemos bien hasta que se integren y... ¡maternidad lista!

Después de más de media hora ininterrumpida de berridos de Rubiazo, forcejeos varios para evitar que se tirara del cambiador y poder ponerle al menos el pañal... Tras un día de no haber parado ni un segundo con tareas de casa y algún extra, batallando también con Pichu y su mamitis agudísima-casi tanto como la del rubio... Todo aderezado con un catarrazo más que impresionante de esos que te hacen hasta ver doble... ¡Necesito vacaciones "maternales"!
Tal cual.
En un rato he de estar estupenda de la muerte porque tenemos cena con unos buenos amigos. Cosa que, hasta hace unas horas, hacía que en mi cerebro salieran continuos bocadillos en plan viñeta con mensajes estilo: ¡Al fin! ¡Cena sin niños! ¡Una cena en la que podré empezar con los entrantes, y seguir hasta los postres sin tener que levantarme precipitadamente, o sacarme la teta, o quitar mocos...!
Sin embargo, la maternidad es tan sabia y aboga tanto por nuestros pequeños que, en estos momentos, lo único que de verdad me apetece es plantarme mi "ropa de estar por casa" (es decir, pijamas desconjuntados y mal combinados entre sí) y tirarme en el sofá. Supongo que es producto del catarro+cansancio+paciencia bajo cero, pero las cosas como son: la maternidad es la culpable.
Lo curioso e inexplicable de esto es que, a pesar de todo, aún hay veces en que pienso que "total, un tercero...". Así que definitivamente la maternidad es responsable directa de esta especie de ceguera cerebral, que no te hace ver más allá de tus retoños, sus necesidades y sus cuidados y mimos, y que, a pesar de anular a veces (muchas) tu yo "persona", te engancha irremediablemente.
Precisamente, hace poco descubrí un vídeo publicitario de un conocido refresco que "clava" la esencia de la ma/paternidad con una mezcla perfecta de humor, delicadeza y emotividad. (Podéis verlo AQUÍ, vale la pena).
Y que conste que, si estoy escribiendo esto, es justo porque tengo ya más de media hora a Rubiazo enganchado al pecho. También he de decir que, si no fuera así, esta entrada ya estaría acabada, porque como está inquieto no para de pegarme manotazos al teléfono con su mantita, de modo que tengo que ir borrando cada ¿tres palabras? Habrá quien piense: "te mereces eso y más, porque estás con el niño, así que el teléfono te va sobrando". Pues ¿saben qué? Que me da igual y que va a ser que no. Porque si no fuera por estos ratos de catarsis, que diría mi amiga argentina Pao, me pasaría los pocos ratos al día en que no ejerzo de madre cazando gamusinos.
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11:15 de la mañana del día DC (después de la cena). Sí. Hubo parón obligatorio. Resumen: Rubiazo cayó frito, Pichu empezó un ritual lastimero de "mamá no te vayaaaaaaas..." que le duró hasta que salimos por la puerta (20 minutos después de lo previsto) y que subió de volumen cuando Rubiazo decidió despertarse y ponerse a berrear de nuevo. "Es muy bien", que diría mi hermano, el bendito canguro que se quedó ayer con el "fiestón" que le tenían preparado mis hijos, y que con esa gracia y saber estar que le caracterizan consiguió dominar la situación en menos que canta un gallo. (Gracias tío B, vales tu peso en oro... ¡Y más!).
La historia es que, como era previsible, pude vestirme y pintarme en 10 minutos. Así que nada que ver con eso de ponte una ampolla de belleza inmediata y notarás la piel tersa, como si acabaras de levantarte (que en realidad, en mi caso, no sé qué es peor si de buena mañana o a esas horas). Salí de casa de muy mala leche, dopada hasta las trancas porque toda yo era un estornudo con mocos y décimas. Pero salir, salía por ovarios. O eso o me ponía a berrear.
Pero esto es la maternidad. Con sus cosas buenas, sus momentos ideales y sus ratos de tortura china (o tortuga, que diría Pichu).
La maternidad anula tu vida ADM (antes de ser madre) y hace que tengas la sensación de que siempre lo has sido. Te ayuda a madurar (a leches, bien de teta, bien de bibe), te aporta un saber estar que no conocías y un "no" saber estar que tampoco. Te gradúa en Paciencia Infinita y otras artes ocultas. Te enseña qué es el AMOR SIN LÍMITES. Y es por eso que gran parte de los padres primerizos... ¡Repiten experiencia! Porque ese amor lo compensa todo, lo suple todo y lo llena todo.
Cosa que no quita para que hagamos uso de nuestro derecho al pataleo y despotriquemos de vez en cuando. Es sano, lo juro por Mafalda.
La maternidad es una de cal y una de arena. La broma es que a veces las de cal van así bien seguiditas, y entonces lo que te apetece es meterte la arena en la boca y masticarla, para luego escupírsela al primero que te suelte una impertinencia. Y no señores, no se trata de que los padres de ahora no aguantemos nada, al menos no es nuestro caso. Yo trabajo fuera de casa, dentro de ella, ejerzo de madre sin descanso hasta que se acuestan y durante la noche. Mi tiempo es por y para ellos. Mis ojos, mis brazos y mis palabras también. Y, casi siempre, hago todo eso con una sonrisa porque sé que por todas y cada una de esas cosas soy una auténtica privilegiada.
Sin embargo, no soy perfecta. Así que, evidentemente, tengo ratos de (y perdón por la expresión nada fina) cagarme en todos y más, mandarlo todo a paseo (pero sólo verbalmente, amenazar con cogerme más ratos libres (¿cómo estaba eso de decir y no cumplir?) y una larga lista de medidas y/o reacciones totalmente antipedagógicas, pero, eso sí, muy humanas.
Y como la maternidad no se cansa de hacerte sentir responsable de todos, de todo y por todo y todos... Pues luego te vienen esos pensamientos traidores y machacones que te hacen sentir fatal, bien por ese momento falto de paciencia o bien por esa media hora de escape para "deleitarte" comprando en mercawoman.
Y por lo que llevo vivido de esta maravillosa etapa de mi vida, yo diría que esto va para largo y no tiene mucha pinta de cambiar. Quizás en unos años pueda escribir una entrada en la que vuelva a hacer la misma reflexión, sólo que cambiando "berridos" o "mamitis" por "rebeldía adolescente" y "desapego".
Pero bueno, eso ya es otra historia, no muy lejana. Mientras, seguiré disfrutando de lo agridulce de la maternidad. Por suerte, me encanta el contraste de sabores y gustos, así que, sin duda, ¡soy una auténtica afortunada!
Ale, de momento voy a prepararme un buen cóctel de antihístaminicos y paracetamol, a ver si con suerte no paso la tarde en este estado de "resaca constante".

CON M DE MAMÁ

3 comentarios:

  1. Jajajaja me parto contigo si es verdad que como la mayoría de las cosas la maternidad tiene sus pros y sus contras.
    Todas tenemos esos momentos en los que nos gustaría cerrar los ojos y pensar que solo es un mal sueño y los niños están tranquilitos y entreteniendose con sus juguetitos....
    muy bien as echo en salir y disfrutar un poco!! Besotes

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  2. Gracias Noni, como siempre, cien por cien de acierto.. transmites exactamente esos pensamientos que todas las que somos supermamás tenemos, y es que de vez en cuando hay que "cagarse en todo", llorar, patalear y decir me piro yo sola a dar una vuelta.. aunque luego viene la crisis de "Dios mío, como he podido portarme así, si los quiero tanto que no llego ni con el pensamiento a alcanzar ese lugar". Pásalo bien y disfruta, te servirá para recargar pilas.. Un besazo

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  3. Nosotros estamos recién estrenados como padres primerizos, y menos mal que la mayoría de la gente comparte tu opinión de que en la maternidad/paternidad el amor hace que el resto de momentos agrios compensen, porque si no ¡esto no estaría pagado! Y mira que nuestra bichilla es una santita de momento, pero eso de los despertares nocturnos y el haber perdido la intimidad hasta para ir al baño... sólo un gran cariño puede hacer que cualquiera lo aguante.

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