20 de marzo de 2015

PACO COUSTEAU RODRIGUEZ DE LA FUENTE

Paco es un tipo bonachón, eso a estas alturas ya lo sabemos. Aunque algo cascarrabias, siempre acaba cediendo cuando alguno de sus tres churumbeles (o los tres) le pide algo insistentemente.
Lorelaila y Javichu llevaban tiempo pidiéndole una mascota, y como saben que su padre no es muy amigo de los animales peludos, optaron por darle la brasa con "queremos tener tortuga".
Así que Paco le dijo a la Sole que, aprovechando las Navidades, podían comprar la tortuguita dichosa y que dejaran de darle la lata. La Sole se partía de risa, interiormente, eso sí, de imaginar quién acabaría cuidando al bicho; y no era ella...
 
 
- ¡GRACIAAAAAS REYES MAGOOOOS! - gritó entusiasmada Lorelaila mirando a su padre cuando descubrió aquella bolita verde dentro de la tortuguera.
- ¡Bieeeeen! La llamaremos Rayo. - Gritó Javichu emocionado.
- ¡De eso nada, enano! - Contestó Lorelaila. - El nombre lo elijo yo que la pedí primero.
- ¡El nombre lo elijo yo que para eso soy el Rey Mago, y se acaban las discusiones! - Intervino Paco empezando a estar mosca con el tema tortuguita. - Se va a llamar Maradona.
- ¡Si hombreeee! ¡Qué horterada de nombre!
- Oye - dijo la (santa) Sole - ¿ Y por qué no la llamáis cada uno como os dé la gana? Si total ni va a ladrar cuando digáis el nombre ni os va a traer las zapatillas.
Y así quedó el tema. Total, que la pobre tortuga, que apenas tenía el tamaño de la yema de un huevo, pasó a llamarse Rayo Maradona Violetta o simplemente "el bicho" cuando a Paco le pillaba de mal humor.
Tras las indicaciones pertinentes, Lorelaila y Javichu se dedicaron durante un mes en cuerpo y alma a cuidar, limpiar, alimentar y hasta cantarle a Rayo Maradona Violetta. Pasado un mes, un buen día, Paco entró en la cocina y descubrió que el pobre bicho no tenía comida en su tortuguera, y que el agua muy limpia no es que estuviera tampoco. Como tenía pánico a que aquello empezara a apestar de manera continua, irremediablemente se imagino a la tortuga nadando en una especie de agua estancada, mitad verde mitad marrón, y sin ser especialmente delicado, casi vomitó de la imagen en su mente. Así que pegó el típico berrido paterno. Uno de esos berridos que te hacen volar hasta el lugar del que parece venir la voz, habiéndote puesto previamente el casco de hockey y el chaleco antibalas.
- ¡¡LORELAILAAAAAAA!! ¡¡JAVICHUUUUU!
Silencio absoluto...
Entonces recordó que se habían bajado nada más comer al parque con los vecinos.
- ¡Genial! Y el bicho este a punto de transformarse en Alien Predator, mierden. Sabía yo que me tocaría a mí limpiar a Maradona.
Y así fue como Paco dejó de ser Paco para convertirse en una mezcla entre Jacques Cousteau y Félix Rodríguez de la Fuente.
Después de hacer una lista mental de lo que iba a necesitar, fue sacando lo que consideraba imprescindible para la operación "salvemos el bicho verde":
- La nueva manopla de horno de la Sole (que si se enteraba se la iba a poner en bocadillo).
- El cucharón para servir sopa del juego de plata que les regaló su suegra (y que a Paco le parecía de "plata de la que caga la gata").
- La ensaladera grande de la vajilla de la boda (que total, sólo veía la luz en Navidad).
- El pañuelo de seda que Sole tenía colgado en la entrada (y que sería el acompañante de la manopla en el bocadillo si lo pillaba en plena maniobra).
- ¡Todo listo! ¡Vamos allá, bicho!
Paco se puso el pañuelo a modo de mascarilla de cirujano y abrió con sumo cuidado la tortuguera (vale, en realidad, la abrió con miedo, pero si lo digo, la que se come el bocadillo de manopla y pañuelo, soy yo). A continuación cogió el cucharón e intentó cazar a la tortuga tres veces, sin mucho éxito. Cada vez que parecía que la tenía, ésta se lanzaba al agua más rauda que la luz (la pobre tenía más miedo que Paco, porque olía la falta de destreza a distancia y temía acabar esclafada en el suelo como un huevo). A la cuarta, finalmente, logró que la tortuga quedara encajada en el cucharón y se dispuso a pasarla a la ensaladera, cubriéndola en el trayecto tortuguera-ensaladera con la manopla. Sin embargo, Rayo Maradona Violetta (de todos los Santos) se lanzó de cabeza al plato en el que Sole le había dejado a Paco las tostadas de la merienda.
- ¡ME CAGÜEN TODO LO QUE SE MENEA Y EN EL BICHO VERDE Y MOJADO DE LAS NARICES!
Rápidamente, dejó el cucharón y se puso la monísima manopla, y dejó que su mano persiguiera a la tortuga por todo el banco de la cocina. Rayo miraba a Paco con pavor.
- ¿Qué gambas quiere este tío loco? ¿Cocinarme?
Paco, tozudo como ninguno, consiguió por fin meter a la tortuga en la ensaladera, y por si acaso se le ocurría levitar, cubrió la mayor parte con papel film, para así poder limpiar tranquilamente la tortuguera.
Después de un chorro de limpiador de wc y otro de limpiacristales, y litros y litros de agua, Paco estaba sudando, rojo como un tomate y agotado. Eso sí, la tortuguera lucía impoluta. Vamos, que ni cuando la compraron estaba así.
Llenó la casita de Maradona de agua como si se tratara de una piscina olímpica y volcó la ensaladera dentro, para evitar otro escape del bicho rebelde.
Dejó la manopla en su sitio (¡Paco, eso es una gorrinadaaaaa!), tiró al fregadero la ensaladera y el cucharón (¡gracias al cielo!), dejó el pañuelo de la parienta donde estaba y se puso a buscar la comida de la tortuga.
- ¡Ya estamos con estos niños! ¡Nada en su sitio, eh! ¿Dónde leñes han dejado la comida del bicho?
Nada. Por más que buscó, allí no había señales del bote de pienso especial para tortugas.
- Bueno, a ver. ¿Estos bichos no son comehierbas? Pues algo habrá por aquí.
Paco abrió la nevera y cogió el tupper de pimientos del piquillo del día anterior, y un trozo de la tortilla de habas del almuerzo, y le puso un pedazo de cada en el comedero a la tortuga.
- ¡Ale Maradona! ¡Arreglado! ¿No te quejarás, eh? ¡Plato combinado! Y no te pongo vino porque ensuciaría el agua y me ha costado lo suyo limpiarte la casa, maja.
Y allí dejó Paco a la tortuga.
A las ocho de la mañana siguiente, un grito desgarrador levantó a Paco y Sole de la cama.
- ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
Paco y Sole volaron a la cocina seguidos de Tamarafalcó y Javichu. Allí, junto a la tortuguera estaba Lorelaila llorando amargamente, con Rayo Maradona Violetta en la mano, más tiesa que un palo, y junto a ella dos tipos que le resultaban muy familiares, vestidos de manera peculiar, uno parecía un boy scout y el otro el capitán pescanova.
- ¿QUÉ TE HAN HECHO? - Gritó Paco mientras apartaba rápidamente a su hija de aquellos señores.
- Nosotros nada, Paco. - Habló el que parecía un boy scout pero con bigote.
- ¿Qué has hecho tú, Paco? ¿Qué le has hecho a la togtuga? - Preguntó el marinero.
- ¿¡Yo!? ¿A la tortuga? ¿Y QUIÉNES SON USTEDES QUE ENTRAN AQUÍ ASÍ, ME ACUSAN DE NO SE QUÉ Y ASUSTAN A MI HIJA? - Paco volvía a ser el Paco cabreado "nometoqueslosanacardos que me conozco".
- Nosotros sólo hemos venido ante la llamada de SOS de tu hija. Somos Jacques Cousteau y Félix Rodríguez de la Fuente. - Dijo el de traje de boy scout, mientras lo miraba con incredulidad ante su ignorancia.
- Papá... ¡PAPAAAAÁ! ¡QUE TE HAS CARGADO TÚ A LA TORTUGA! ¡QUE LA HAS MATADO PORQUE NO QUERÍAS TENER BICHOS! ¡QUÉ FUERTEEEE! - Lorelaila no podía dejar de llorar.
- Pero, pero, ¡pero que nooooo! Si yo la limpié porque la habíais abandonado y estaba empezando a apestar. Si le di de comer mejor que a un rey, leñes.
- Paco, buen hombgre, y ¿se puede sabeg qué le diste a la togtuguita? - Preguntó el marinero.
- Pues como estos han perdido su comida - dijo señalando a Lorelaila y Javichu - le puse un buen trozo de pimiento del piquillo y otro de tortilla de habas. Se quejará el bicho. Fijo que no está muerta, coñen, que estará de siesta larga.
- Pues no hijo no, te las has cargado. ¿Pero cómo narices le das eso a un galapaguito bebé? - Le preguntó alucinado el explorador.
- ¡Bueno, oiga, ya está bien! ¿VIENEN A AYUDAR O A MALMETER? ¡Que con la vecina ya tengo bastante! ¿Van a resucitarla o qué?
- No, Paco, nosotgros no podemos haseg eso. Somos espíguitus, no magos, que te lías. Hemos venido a consolag a tu hija y aconsejagte a ti.
- ¡ENTONCES, ARREANDO, QUE ES GERUNDIO! ¡Caminito de la selva y del mar, que me están empezando a tocar los anacardos pero bien! ¡YA NO SE ME RESPETA NI EN MI CASA!
Y mientras salían ambos grandes de la naturaleza por la puerta, horrorizados del malabestia de hombre que se había cargado a la pobre tortuga por ignorante, Paco se limpió disimuladamente una lagrimita que amenazaba con caer.
- Esta tarde vuelvo a por una tortuga, no os preocupéis, que con lo que me ha costado limpiar la caja me falta que se quede de adorno. - Dijo Paco a sus churumbeles, queriendo parecer duro, pero sonando a blando que no veas.
- No papá, yo ya no quiero tortuga, que era un rollo. - Soltó tan fresca Lorelaila. - Ahora quiero peces.
La mandíbula de Paco cayó hasta la tortuguera, y casi casi recoge el único trozo de tortilla que se había dejado Maradona. Sole, salió de la cocina rapidito, para que el pobre no la viera mondarse de la risa a su costa.
Y esa misma tarde, Paco pasó una hora y media en la tienda de animales del barrio eligiendo peces, cargando comida, pecera y escuchando instrucciones, bajo la atenta mirada de Cousteau y Rodríguez de la Fuente, que vigilaban todos y cada uno de sus torpes movimientos.
FIN.
CON M DE MAMÁ, C de COUSTEAU y R de RODRÍGUEZ

1 comentario:

  1. Paco se supera, Noni. Hasta a mi se me ha indigestado la comida de Rayo Maradona Violetta!!

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