Hay días en los que el escudo estorba, entre bolso, bolsa de trastos del trabajo, nevera de la comida y la compra de mercadona. Además del lastre que supone repetir taitantas veces a sus hijos que por favor saquen, de una vez, sus mochilas del maletero, se pongan abrigos, cierren la puerta del coche y miren antes de cruzar.
Y esta parte es sólo la llegada a casa de un día cualquiera.
Así que los días así, Wonder Woman, olvida el escudo donde puede, porque cargarlo es casi peor que no hacerlo.
Y los días que WW deja el escudo... Se vuelve humana.
Una humana de ésas que lloran, sí, en cualquier rincón e intentando disimularlo en cuanto se acerca alguien.
Una humana de ésas que se rompen un poquito de vez en cuando, y que desean ponerse en huelga general de todo y todos, a sabiendas de que no puede, y sin llegar a hacerlo.
Una humana de ésas que se inflan a chocolate para coger fuerzas. Vale, para coger fuerzas o simplemente no ponerse a lanzar macetas de un piso a otro, por ejemplo.
Y es que... Cuando Wonder Woman deja su escudo, lo único que está pidiendo a gritos es que el mundo se dé que cuenta de que, en realidad, lo suyo es sólo un disfraz. Que es más humana que nadie. Que no tiene poderes. Que se cae veinte veces al día y, a veces, sólo consigue levantarse diecinueve. Y que ella también tiene derecho a romperse y a no poder sostener a nadie, ni a su escudo. Porque estar intentando salvar el mundo, su mundo, cada día, la verdad es que puede llegar a agotar hasta a una súper heroína. Y ella en realidad, no lo es.
WW es sólo una mujer, madre para más inri, que no tiene ni idea de cómo ni por qué, pero que le pone tanto empeño al cómo... que casi parece tener súper poderes.
Me encanta
ResponderEliminarLas olas también se rompen, tenemos derecho, claro que si. Un abrazo para esas roturas, Cuqui!
ResponderEliminar