Ajá. Así es, al menos en el caso de los míos; y como no creo que sean excesivamente raritos ni originales, pues cometo la osadía de atreverme a generalizar. Y eso que este post va justamente de todo lo contrario. Ironías de la vida, mi razón de ser.
Había una vez un millón de personas (bueno, quizás no tantas, pero la exageración siempre crea más expectación) que aseguraban que los niños que necesitaban compañía para conciliar (hermosa y desconcertante palabra) el sueño serían por siempre jamás niños dependientes, y hasta bien entrada su adolescencia necesitarían la mano de mamá o papá para dormirse; máxime si estos mismos niños además cometían la osadía de pasar a la cama de sus padres cuando tenían miedo, estaban malos o simplemente los necesitaban. Y como castigo máximo serían tan dependientes que jamás saldrían del nido para irse a dormir a casa de otras personas (animales o cosas) porque, por si fuera poco tampoco tendrían patrones de sueño adquiridos (ahí es na). ¡ERROR! Pichu, además de tener la "extraña" manía/obsesión/(dejémoslo en)ilusión de querer irse a dormir a casa de cualquier familiar y/o buen amigo de la familia, duerme en su cama sin ningún problema y con sus cinco añitos, y salvando excepciones, le gusta leerse un cuento ella solita y quedarse tranquila luego en su cama hasta que coge el sueño, con sus luces de hada, eso sí. Y claro, hay días en los que pide que vayamos a estar un rato con ella, raro sería lo contrario; pero ha pasado de un día para otro de dormir con su hermano a querer estar completamente sola en su habitación.
Había una vez otro millón de personas (si no más) que afirmaban que aquellos niños a los que se cogía y calmaba cuando lloraban, en vez de dejarlos desgallitarse, o aquellos a los que se les achuchaba, abrazaba y cogía en brazos constantemente, serían futuros chantajeadores, niños consentidos y mal criados que querrían todo "ahora y ya". ¡ERROR! Primero porque lo de querer todo "ahora y ya" está en la naturaleza de cualquier niño (y de muchos adultos también) y en nuestras manos está enseñarles la paciencia y la espera, y segundo porque nosotros hemos hecho (y hacemos) todo eso y no vivimos con la sensación constante de que nuestros hijos nos chantajean, ni son niños que sólo piden porque sí; es más, os juro que entienden perfectamente un "no", un "ahora no, luego" o un "eso no se hace".
Había una vez otro millón de personas, amigas de las anteriores y de las de más arriba, que aseguraban que aquellos niños que seguían lactando indefinidamente después del año de vida, además de ser esperpénticos, ellos y sus madres, vivirían así, dependientes y enganchados a ellas (y a sus ubres) de por vida, con todo lo malo que ello implica psicológicamente hablando. ¡ERROR! Yo no puedo hablar por mí misma porque Rubiazo con dos años y medio sigue pidiendo leche por la noche al dormir y cuando está malito (lo que le ha salvado de deshidratarse cuando, por sus fuertes crisis de asma, apenas sí quería beber agua de lo mal que se encontraba), pero os aseguro que la noche que yo no estoy, aunque hace las mil y una por aguantar despierto hasta que yo llego, desde cantar hasta reírse solo, acaba por dormirse y no se levanta más loco al día siguiente de lo que ya está; pero no conozco ningún caso real de niños convertidos en adultos que sigan enganchados al tetamen de su madre y no al de su novia, así hablando en plata. Tampoco noto diferencia alguna entre la mamitis de Pichu y la de Rubiazo, y eso que la primera sólo tomo leche materna de manera exclusiva hasta los dos meses y dejó de tomarla del todo a los cinco.
Había una vez otro grupo millonario de gentes varias que se espantaban cada vez que un niño o niña corrían a la pierna de su madre ante un tumulto de gente, o lloraban cuando los arrancaban del regazo de mamá para pasárselos de brazo en brazo como si de un peluche se tratara, y que juraban y perjuraban que ese enmadramiento y/o mamitis aguda no era ni normal ni sano, y que acabaría produciendo hijos dependientes, inseguros, cero autónomos y un sinfín de adjetivos bonitos que ninguna madre querría recordar (ni creer). ¡ERROR! (una vez más). Pichu y Rubiazo han sido, y son, niños enmadrados, y empadrados ojo, cuyo mayor placer es estar en casa "todos juntos", que adoran desayunar, comer y cenar los cuatro a la vez, que mueren de ganas de que llegue el fin de semana para venir volando a nuestra cama a ver un rato de dibus, leer cuentos o hacer el bestia; y... ¡Sorpresa! Son niños que también saben jugar solos, y disfrutan con ello, que van felices al cole y no entran llorando, que salen felices del cole, que tienen la autonomía suficiente como para ir avanzando a pasos agigantados en las habilidades propias a su edad, como vestirse, ayudar en casa con algunas tareas, asearse y demás menesteres normales. ¡Ah! Y son más que felices cuando van a pasar el día con sus tíos y/o amigos. Vamos, que el enmadramiento les viene de serie y sería más que preocupante que no existiera, pero adorar a sus padres no los inhabilita ni socialmente ni como personitas. Demostrado queda.
Así que, millones de señores y señoras del mundo, cada vez que quieran destrozar la sonrisa (y la paciencia) de una madre y/o padre, primerizo o experimentado, recuerden esto: LOS NIÑOS NO SON INMUNES A LOS VIRUS (¡Ya quisiéramos! ¿Eh?), PERO Sí LO SON A LAS TEORÍAS, LOS MANUALES Y LAS LEYENDAS URBANAS.
Es por eso que no hay ni ciencia ni título universitario que lleve por nombre "Niñología: teorías, fundamentos y reglas de oro para la crianza de robots clonados"; porque como habrán podido comprobar, NO HAY DOS NIÑOS IGUALES, ni siquiera los que son gemelos. Es por esto que agradecemos de corazón sus palabras y/o barbaridades, pero no las tomamos en serio, porque después de tanta teoría absurda NOS HEMOS HECHO INMUNES.
(Recordadme que lea este post cuando se me pase la edad de criar y pase a formar parte de ese "millón de personas" creadoras de leyendas urbanas sin sentido. Os lo agradeceré eternamente.)
Había una vez un millón de personas (bueno, quizás no tantas, pero la exageración siempre crea más expectación) que aseguraban que los niños que necesitaban compañía para conciliar (hermosa y desconcertante palabra) el sueño serían por siempre jamás niños dependientes, y hasta bien entrada su adolescencia necesitarían la mano de mamá o papá para dormirse; máxime si estos mismos niños además cometían la osadía de pasar a la cama de sus padres cuando tenían miedo, estaban malos o simplemente los necesitaban. Y como castigo máximo serían tan dependientes que jamás saldrían del nido para irse a dormir a casa de otras personas (animales o cosas) porque, por si fuera poco tampoco tendrían patrones de sueño adquiridos (ahí es na). ¡ERROR! Pichu, además de tener la "extraña" manía/obsesión/(dejémoslo en)ilusión de querer irse a dormir a casa de cualquier familiar y/o buen amigo de la familia, duerme en su cama sin ningún problema y con sus cinco añitos, y salvando excepciones, le gusta leerse un cuento ella solita y quedarse tranquila luego en su cama hasta que coge el sueño, con sus luces de hada, eso sí. Y claro, hay días en los que pide que vayamos a estar un rato con ella, raro sería lo contrario; pero ha pasado de un día para otro de dormir con su hermano a querer estar completamente sola en su habitación.
Había una vez otro millón de personas (si no más) que afirmaban que aquellos niños a los que se cogía y calmaba cuando lloraban, en vez de dejarlos desgallitarse, o aquellos a los que se les achuchaba, abrazaba y cogía en brazos constantemente, serían futuros chantajeadores, niños consentidos y mal criados que querrían todo "ahora y ya". ¡ERROR! Primero porque lo de querer todo "ahora y ya" está en la naturaleza de cualquier niño (y de muchos adultos también) y en nuestras manos está enseñarles la paciencia y la espera, y segundo porque nosotros hemos hecho (y hacemos) todo eso y no vivimos con la sensación constante de que nuestros hijos nos chantajean, ni son niños que sólo piden porque sí; es más, os juro que entienden perfectamente un "no", un "ahora no, luego" o un "eso no se hace".
Había una vez otro millón de personas, amigas de las anteriores y de las de más arriba, que aseguraban que aquellos niños que seguían lactando indefinidamente después del año de vida, además de ser esperpénticos, ellos y sus madres, vivirían así, dependientes y enganchados a ellas (y a sus ubres) de por vida, con todo lo malo que ello implica psicológicamente hablando. ¡ERROR! Yo no puedo hablar por mí misma porque Rubiazo con dos años y medio sigue pidiendo leche por la noche al dormir y cuando está malito (lo que le ha salvado de deshidratarse cuando, por sus fuertes crisis de asma, apenas sí quería beber agua de lo mal que se encontraba), pero os aseguro que la noche que yo no estoy, aunque hace las mil y una por aguantar despierto hasta que yo llego, desde cantar hasta reírse solo, acaba por dormirse y no se levanta más loco al día siguiente de lo que ya está; pero no conozco ningún caso real de niños convertidos en adultos que sigan enganchados al tetamen de su madre y no al de su novia, así hablando en plata. Tampoco noto diferencia alguna entre la mamitis de Pichu y la de Rubiazo, y eso que la primera sólo tomo leche materna de manera exclusiva hasta los dos meses y dejó de tomarla del todo a los cinco.
Había una vez otro grupo millonario de gentes varias que se espantaban cada vez que un niño o niña corrían a la pierna de su madre ante un tumulto de gente, o lloraban cuando los arrancaban del regazo de mamá para pasárselos de brazo en brazo como si de un peluche se tratara, y que juraban y perjuraban que ese enmadramiento y/o mamitis aguda no era ni normal ni sano, y que acabaría produciendo hijos dependientes, inseguros, cero autónomos y un sinfín de adjetivos bonitos que ninguna madre querría recordar (ni creer). ¡ERROR! (una vez más). Pichu y Rubiazo han sido, y son, niños enmadrados, y empadrados ojo, cuyo mayor placer es estar en casa "todos juntos", que adoran desayunar, comer y cenar los cuatro a la vez, que mueren de ganas de que llegue el fin de semana para venir volando a nuestra cama a ver un rato de dibus, leer cuentos o hacer el bestia; y... ¡Sorpresa! Son niños que también saben jugar solos, y disfrutan con ello, que van felices al cole y no entran llorando, que salen felices del cole, que tienen la autonomía suficiente como para ir avanzando a pasos agigantados en las habilidades propias a su edad, como vestirse, ayudar en casa con algunas tareas, asearse y demás menesteres normales. ¡Ah! Y son más que felices cuando van a pasar el día con sus tíos y/o amigos. Vamos, que el enmadramiento les viene de serie y sería más que preocupante que no existiera, pero adorar a sus padres no los inhabilita ni socialmente ni como personitas. Demostrado queda.
Así que, millones de señores y señoras del mundo, cada vez que quieran destrozar la sonrisa (y la paciencia) de una madre y/o padre, primerizo o experimentado, recuerden esto: LOS NIÑOS NO SON INMUNES A LOS VIRUS (¡Ya quisiéramos! ¿Eh?), PERO Sí LO SON A LAS TEORÍAS, LOS MANUALES Y LAS LEYENDAS URBANAS.
Es por eso que no hay ni ciencia ni título universitario que lleve por nombre "Niñología: teorías, fundamentos y reglas de oro para la crianza de robots clonados"; porque como habrán podido comprobar, NO HAY DOS NIÑOS IGUALES, ni siquiera los que son gemelos. Es por esto que agradecemos de corazón sus palabras y/o barbaridades, pero no las tomamos en serio, porque después de tanta teoría absurda NOS HEMOS HECHO INMUNES.
(Recordadme que lea este post cuando se me pase la edad de criar y pase a formar parte de ese "millón de personas" creadoras de leyendas urbanas sin sentido. Os lo agradeceré eternamente.)
CON M DE MAMÁ e I de INMUNIDAD
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estaré encantada de que opines, te expreses, me cuentes cosas y, en definitiva, de que nos comuniquemos ;) ¿Te animas a hacerlo?