Paco es un tío criado a la antigua, pero que va modernizándose a la fuerza porque la Sole le mete cañita brava, y sus hijas tampoco quieren un padre pachorra. Él le pone toda su voluntad, pero la verdad es que en el tema hogareño... Es un pelín patán.
Para más inri, su suegra lo tiene crucificado y siempre que puede le dice con mucha mano izquierda, porque la mujer es astuta como toda suegra que se precie, lo torpe que es cocinando, planchando o haciendo una cama.
El domingo su suegra se le ha vuelto a apalancar, porque el morrazo de su cuñado dice que van a pasar el día fuera y que es mucho tute para su madre, así que Paco vuelve a comérsela con patatas, le guste o no. Pero como le tiene ya hasta los mismísimos anacardos, ha decidido que mañana cocina él. Con un par.
- ¿Qué piensas hacer mañana para comer entonces? - Le pregunta Sole, que se teme un desastre nuclear. - Por comprar arreglo (y fiambre y pan).
- Pues comida, qué si no. Aquí no estamos en el Ritz, así que lo que haga estará bien. - Contestó Paco, que había pensado nada y se veía de lejos que iba a improvisar. - Lo que sí voy a preparar es un bizcocho para el café.
¡Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiioooooooooiiiiiiiiiiiiiiiioooooooooooo! DANGER! DANGER! La cara de su mujer fue la misma que la del emoticono de grito del wassap.
- Pero cariño, si tú nunca has hecho un bizcocho...
- Pues mira, qué privilegio para tu madre que va a ser la primera en catarlo.
Paco estaba decidido a demostrarle al mundo entero, y principalmente a su suegra, que si había alguien capaz de cocinar rico, ése era él. Tampoco era tan difícil, ¿no? Tirar ingredientes a la olla, un poco a ojo, sal, aceite, agua, un poco de fuego lento, como decían en los programas esos de los chefs, y fijo que para chuparse los dedos.
Móvil en mano decidió investigar un poquito, buscar alguna receta y empezar a preparar el bizcocho más de 24 horas antes, por si acaso le costaba de hacer, que por la tarde había fútbol y eso no lo perdonaba ni por el orgullo cocinero.
Fácil. Sólo necesitaba aceite, leche, harina, dos huevos, levadura, azúcar, ralladura de limón, zumo de limón, aroma de vainilla y azúcar glas, que no tenía de lo que era. Ganas cero de salir a comprar, así que decidió que si había algo que no tenía, lo sustituiría. Como los grandes chefs.
Y así quedó su receta:
Aceite de oliva en vez de aceite de girasol.
Leche de almendras en vez de leche de vaca.
Harina de pizzas en vez de harina para bizcochos.
Un solo huevo.
Bicarbonato caducado que pasaba de fecha tan sólo un mes, en vez de levadura.
Azúcar moreno como azúcar y en vez del azúcar glas.
Ralladura de manzana en vez de ralladura de limón.
Manzana triturada en vez de zumo de limón.
Canela en vez de aroma de vainilla.
Leyó los pasos y gritó con fuerza:
- ¡SÍ, CHEF!
Subidón, subidón del bueno que llevaba el hombre.
Mezcló todos los ingredientes según le vino en gana porque en el colegio le enseñaron que el orden de los factores...
Con la emoción olvidó precalentar el horno, así que hizo una regla de tres entre el tiempo y los grados, que de algo tenía que servir ayudar con los deberes, y así sacó la nueva temperatura para su bizcocho.
Y cervecita en mano se fue al salón a leer el Marca.
- ¡PAPAAÁ! ¡HAY ALGO PELUDO EN EL HORNOOOOOO! ¡Y ESCUPE COSAAAAS! ¡AAAAAAH! ¡ESTÁ VIVO!
Ante semejante griterío la familia en pleno acudió a la cocina. La verdad es que Tamarafalcó no había exagerado ni un pelo, aquello era peor que Alien Predator, daba terror y asco a partes iguales. Sólo le faltaba rugir: ¡GRRRRRRRRR!
- Pero... ¡Paco! ¿Qué leñes has hecho? No vamos a poder utilizar el horno nunca más. ¡QUÉ DESASTREEEEEE! - Sole no sabía si reír, llorar o salir huyendo a por tabaco y no volver.
- Esta mierda de Internet, que pone unas recetas que no valen para nada. ¡Tenía que haberle hecho caso a mi instinto!
La Sole no daba crédito a lo que oía...
- ¿Me juras que has seguido la receta al pie de la letra? - preguntó con mirada inquisidora.
- Hombre...
- ¡PACO! - Pepe Rodríguez Masterchef entró por la puerta de la cocina, para sorpresa de todos, excepto de Paco, que después de la aparición de Su Menstruación ya no se sorprendía de nada.
- Paco, hombre, pero ¿tú has visto la pinta que tiene eso? Mira que yo pruebo todo lo que cocinan mis aspirantes, pero eso... ¡Eso te lo comes tú, majete! Que da más miedo que Hannibal Lecter en el Silencio de los corderos, macho.
- La receta, Pepe, la receta estaba mal. Yo me he concentrado y he seguido todos los pasos - mintió Paco, al que Pepe le imponía mucho respeto.
- Paco, Paco... No me vayas mintiendo. Si te ha faltado tirarle fairy a la masa, leñe. Y esa guarrindongada de banco y de cocina, maaaaaaal Paco, mal. Así nos gana el enemigo. ¡Ponte a recoger ahora mismo, y recicla, y vuelves a empezar de cero!
- ¡SÍ, CHEF!
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Y entonces Paco se despertó de su siesta del borrego, acongojado perdido miró a todos lados, abrió el horno, cogió la cartera, bajó al súper, compró una coca de llanda de toda la vida, subió, la colocó en una bandeja y decidió que al día siguiente comían bajo, en la cafetería de la esquina, y que ya subirían para el café si eso. A tomar viento su orgullo cocinero, hombre ya. Él estaba por encima de todo eso y de su señora suegra. Que viera la buena mujer qué galán tenía por yerno, que la invitaba a comer fuera de casa, no como su hijo. Y de paso, veían el partido de fútbol, que el del domingo era de pago y el codificador pirata de casa se había escacharrado y no funcionaba ni a martillazos, ni metiendo las pilas en el congelador, ni haciendo un puente a la tele.
Y llegó el domingo, y la suegra de Paco, detallista como nadie, apareció con la primera edición en DVD de Masterchef (junior) y felicitó a Paco por su cumpleaños.
- ¡Pero si queda medio año! - dijo Paco cogiendo el DVD.
- Pues eso, hijo... Pues eso.
FIN
CON M DE MAMÁ y de MASTERCHEF (junior)
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