Las partes del todo

1 de noviembre de 2015

¡Quita niño!

Los niños molestan.
Ellos no han pedido venir a este mundo que gobernamos los adultos con nuestras manías y nuestras prisas, y sin embargo, aquí están.
Se integran y adaptan como pueden, según les dejemos, pero nunca es suficiente. Y claro, ellos no entienden. Van perdidos como pulpos fuera del agua.
Los queremos pero no.
Los niños no saben por sí solos las normas que seguimos para relacionarnos en sociedad, por lo tanto, hay que enseñarles a vivir con ellas. Es cansado. Repetitivo. Secuencia en bucle. Ya. Lo sé. Tengo dos de esos. Pero es que... ¿Recuerdas? Ellos no pidieron venir aquí. Los trajimos nosotros por ilusión, capricho o miedo a que el arroz se nos pasara.
Los niños molestan porque estamos cansados. Tenemos taaaanto trabajo que tener que jugar con nuestros hijos nos cuesta horrores y no nos gusta ni un pelo. ¡Con lo bien que sabe ese cafetito en la terraza a solas! Mirar como bailan el baile que han ensayado durante horas, o verlos correr con la moto tampoco es cómodo. ¿Cómo miro entonces la pantalla de mi aparato? ¡Con lo que yo trabajo para que tengas de todo y tienes que elegirme a mí para jugar!
Los niños son niños. Tú lo fuiste, aunque no te acuerdes. Tú también repetías las cosas veinte veces para que te escucharan, y a ti también te las repetían otras tantas para que hicieras caso. A ti también te gustaba que tus padres te vieran bailar o correr porque eso te daba seguridad, ¿recuerdas?
No, no, si no se trata de que te conviertas en un esclavo de tus hijos. Sólo que ejerzas el papel que un día decidiste que te apetecía asumir. ¿Que nadie te dijo que era tan pesado? Bueno, quizás porque como decidiste algo tan serio pensaron que ya eras lo suficientemente maduro para asumirlo.
Tus hijos son tuyos, de nadie más. Ni de tus padres, ni de la canguro, ni de la maestra, ni del profesor, ni de los vecinos, ni de la entrenadora, ni del director de la banda. Son tuyos. Y, aunque no lo sepas, tienes una suerte tremenda de que así sea.
Te diré por qué. Pues porque a pesar del cansancio, la pesadez, los ratos para ti reducidos a una ínfima parte de lo que eran antes, la dependencia que tienen de ti, la carga moral que teóricamente deben despertarte y, sobre todo, las veces que te equivoques con ellos, que te invada la impotencia, la rabia o les pegues un grito que no se merecen... Esos pequeños seres que te miran con admiración, TE ADORAN. A pesar de todo, del cariño que no les des hoy porque tu día ha sido duro... Te adoran, te admiran y no dudarían jamás en decir que de mayores "quieren ser como tú".
Los niños nos molestan. A partir de ahí, el resto de cosas que queráis contarme del mundo de cabras en el que vivimos... casi que me da igual.
CON M DE MADRE DE DOS, que también se cansa, que necesita momentos a solas, en pareja y con amigas, que pierde la paciencia y que se equivoca mil veces cada día, pero que por encima de todas las cosas ADORA A SUS HIJOS Y NO SIENTE JAMÁS QUE SON UN ESTORBO. Porque son SU VIDA.

4 comentarios:

  1. Lo has dicho todo y nos has hecho reflexionar,ye admiro,un besazo

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    1. No te creas, que la primera que ha reflexionado escribiéndolo he sido yo. Mil gracias por leer siempre. UN besazo bonita

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  2. Hay días que mi hija me agota y estoy deseando que se acueste para descansar yo pero cuando no está, estoy deseando que llegue la hora de ir a buscarle al colegio porque le echo tanto de menos...ella también es mi vida. Gracias por hacerme reflexionar.

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    1. Es que eso es lo normal. Yo también acabo agotada y hay días en que no veo el momento de que ambos se acuesten y tener mi momento para mí, aunque sean diez minutos mirando el techo sin más (qué triste!! jajajaja!). Pero de ahí a que nos molesten de normal, va un mundo. Y eso es lo realmente triste.
      Un abrazo y gracias por comentar.

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