La escuela está en crisis. No hablo de una crisis cualquiera, sino de una gran crisis. Y no, esto no viene de nuevo. Lleva un tiempo. Unos cuantos años. Bastantes diría yo. Pero cada vez va a más y peor. Y, o le ponemos remedio, o esto se va a pique, señores.
La escuela está en crisis y os diré por qué. La escuela está en crisis porque pocos la toman en serio. Si yo fuera ella cogía y hacía maletas y me convertía en un parque de bomberos mismo; o mejor aún, en circo, porque, cada vez más, es a lo que realmente se asemeja, a un circo en el que los maestros ejercen de payasos.
La escuela está en crisis porque hace un tiempo los de arriba decidieron que era una buena carta con la que jugar, y así lo hicieron y siguen haciendo. Porque como se desprestigia desde las altas esferas desde el momento en que importa un pimiento la realidad escolar, y prima más el programa político y las sandeces utópicas que venden, pues se acaba contagiando al populacho y se va perdiendo el respeto por esos señores y señoras (y como seamos funcionarios, ya apaga y vámonos) que vivimos permanentemente de vacaciones y tenemos el mejor horario del mundo: los maestros.
La escuela está en crisis porque las nuevas generaciones de padres no confiamos en las nuevas generaciones de maestros. Porque quizás tenemos tanto sentimiento de culpa encima, por no llegar al nivel de "padres del año" al que alguien ha dicho que tenemos que llegar, que la vida escolar de nuestros hijos la pasamos buscando culpables a los que hacer responsables de nuestras propias carencias en educación, en enseñanza de valores y en definitiva, en nuestra labor de padres; padres que un día decidieron serlo voluntariamente con ilusión, aunque a veces parezca que fue con una pistola en la cabeza y con lágrimas en los ojos.
La escuela está en crisis y no es porque los maestros no tengamos ni idea, o porque sólo sepamos mandar deberes a casa porque somos incapaces de acabar el temario en clase, o porque seamos excesivamente autoritarios o excesivamente blandos, o poco imaginativos y demasiado teóricos, o tomemos decisiones sobre nuestros alumnos no pensando en su bien sino en el nuestro. No. LA ESCUELA ESTÁ EN CRISIS PORQUE NO CREEMOS EN ELLA. No, nos liemos; los maestros sí creemos, y a ciegas diría yo. Quienes no creéis sois quienes nos miráis desde fuera recelosos, pensando de corazón que nuestra faena es jorobar a quienes pisan nuestro suelo, porque ni somos lo suficientemente buenos para vuestros hijos e hijas, ni hacemos las cosas lo suficientemente bien para que sean felices, no tengan traumas, desarrollen todas sus habilidades creativas y megachupisuperhiper emocionales y demás pedagogías blancas y de arcoriris. BASTA. No es cierto. Nuestra profesión es vocacional, es una profesión que sale del alma, que te hace soñar con un mundo mejor, que te hace olvidar el café del almuerzo muchos días por cuidar de ese peque que está malito y ha ido al cole con fiebre porque no podían cuidarlo en casa; una profesión que te atrapa a mediodía corrigiendo, preparando materiales divertidos y juegos que los motiven a aprender lo menos divertido del tema nuevo... La profesión de maestro va más allá de las 17 de la tarde, y más allá de las 23 de la noche muchos días y tampoco entiende de fines de semana o festivos cuando tienes algo entre manos que quieres planificar o hacer. No es más pesada que otras, pero tampoco menos importante ni menos costosa. Es una profesión más, y a la vez, una profesión fundamental desde mi punto de vista de maestra que antes fue alumna, y que considera que si ha llegado hasta aquí es, muy en parte, gracias a todos los profesionales que participaron en mi educación escolar.
Y, como en todas partes, está claro que habrá de todo. Maestros más vocacionales y maestros con menos ganas, con poco tacto o con poca empatía, con metodologías más anticuadas o menos lúdicas y tecnológicas... Pero igual que podemos encontrar todo tipo de padres y madres, y como consecuencia, todo tipo de alumnos y alumnas. Pero, sea como fuere, la tendencia general hoy en día pasa por juzgar y prejuzgar lo que hace o dice el maestro, por opinar y castigar su manera de actuar y por darle cero votos de confianza o el simple beneficio de la duda. No pensamos jamás en que, si nos hace llegar información de nuestros hijos que no nos gusta o quizás no nos esperamos, no lo hace por arruinarnos el día sino por mantenernos informados, y porque, al final, esa persona que nos escribe una nota pasa quizás más horas con nuestros hijos que nosotros mismos.
LA ESCUELA ESTÁ EN CRISIS PORQUE NOS HEMOS CREÍDO EL DESPRESTIGIO QUE HAN FOMENTADO SOBRE QUIENES SE DEJAN LA PIEL EN ELLA, Y LO HEMOS HECHO MÁS GRANDE. Porque primero desconfiamos y nos cerramos en banda a escuchar o atender aquello que no suene como queremos que suene, y después, a lo mejor, quizás, pero muchas veces después de haber juzgado, entonces abrimos un poco los ojos y oídos, pero el mal ya está hecho. Y porque además, la gran mayoría de veces que criticamos la labor de quienes están con nuestros hijos en el aula lo hacemos delante de ellos, consiguiendo así una desautorización inmediata que sólo provoca actitudes de falta de respeto y de "esto es casa Pepe".
Los maestros y maestras somos felices enseñando, dedicando nuestro día a día a vuestros niños y niñas, que son lo mejor de este trabajo. Pero tenemos un corazoncito, como todos los demás profesionales del mundo mundial, y saber que somos criticados sin motivo y tomados a la torera en muchas ocasiones, porque total: " ¡aleeee, otra vez de vacaciones! ¿Eh?", pues duele un poquito.
La escuela está en crisis y los únicos a los que no se nos pregunta qué podemos hacer para salvarla es a quienes estamos dentro de ella. Los de arriba se inventan leyes, las cambian a cada mandato, a golpe de "porque sí, porque yo soy mejor que el anterior y el que venga después", pero nadie baja un escalón (o unos cuantos), se mete en un aula y vive la realidad. El sistema educativo se hace desde la distancia y a nosotros se nos exige que hagamos mil papelorios sin mucho sentido, que programemos y reprogramemos, se nos hace revisión de programación a puerta cerrada y como si de una nueva oposición se tratara con todo tipo de preguntas poco relacionadas con el alumnado, sus necesidades y la realidad de cada uno de ellos, y ¡ojo como no estés haciendo lo que programaste en julio!, cuando ni siquiera sabías cómo serían tus niños. Os prometemos que si por muchos de nosotros fuera, no habría tanto libro en las clases, ni tanto examen, ni tanta enseñanza de cosas absurdas que poco sirven para la vida real. Pero, ¡ay señores! Tenemos un currículo que cumplir, y os prometo que se vigila que así sea. Por contra, nadie entra en las clases a ver si todos estamos capacitados para tratar con niños y para ver exactamente qué recursos personales (número de maestros) necesita cada escuela dependiendo de las características del alumnado. No, eso no, que en educación sí hay que ahorrar.
La escuela está en crisis pero cuando los maestros (de la pública) hemos salido a manifestarnos, se nos ha tachado de peseteros y de interesados. Pocos han querido escuchar que por lo que nos manifestamos es por vuestros hijos, porque haya recursos personales y materiales suficientes, porque la ley sea real y no una absurda copia de algún trozo de los sistemas educativos extranjeros.
La escuela está en crisis... Y lo seguirá estando mientras madres, padres, maestras y maestros no queramos trabajar juntos, en una misma dirección, con diversidad de opiniones pero capacidad para llegar a un acuerdo, y siempre y únicamente, POR EL VERDADERO MOTOR DE LA ESCUELA Y EL MUNDO: NUESTROS NIÑOS.
Sabemos que la sociedad ha cambiado y las necesidades de nuestros alumnos también. Pero hay algo que es fundamental para que la escuela y el mundo giren sin accidentes: EL RESPETO. Y si la escuela está en crisis... Del respeto mejor ni hablamos.
La escuela está en crisis y os diré por qué. La escuela está en crisis porque pocos la toman en serio. Si yo fuera ella cogía y hacía maletas y me convertía en un parque de bomberos mismo; o mejor aún, en circo, porque, cada vez más, es a lo que realmente se asemeja, a un circo en el que los maestros ejercen de payasos.
La escuela está en crisis porque hace un tiempo los de arriba decidieron que era una buena carta con la que jugar, y así lo hicieron y siguen haciendo. Porque como se desprestigia desde las altas esferas desde el momento en que importa un pimiento la realidad escolar, y prima más el programa político y las sandeces utópicas que venden, pues se acaba contagiando al populacho y se va perdiendo el respeto por esos señores y señoras (y como seamos funcionarios, ya apaga y vámonos) que vivimos permanentemente de vacaciones y tenemos el mejor horario del mundo: los maestros.
La escuela está en crisis porque las nuevas generaciones de padres no confiamos en las nuevas generaciones de maestros. Porque quizás tenemos tanto sentimiento de culpa encima, por no llegar al nivel de "padres del año" al que alguien ha dicho que tenemos que llegar, que la vida escolar de nuestros hijos la pasamos buscando culpables a los que hacer responsables de nuestras propias carencias en educación, en enseñanza de valores y en definitiva, en nuestra labor de padres; padres que un día decidieron serlo voluntariamente con ilusión, aunque a veces parezca que fue con una pistola en la cabeza y con lágrimas en los ojos.
La escuela está en crisis y no es porque los maestros no tengamos ni idea, o porque sólo sepamos mandar deberes a casa porque somos incapaces de acabar el temario en clase, o porque seamos excesivamente autoritarios o excesivamente blandos, o poco imaginativos y demasiado teóricos, o tomemos decisiones sobre nuestros alumnos no pensando en su bien sino en el nuestro. No. LA ESCUELA ESTÁ EN CRISIS PORQUE NO CREEMOS EN ELLA. No, nos liemos; los maestros sí creemos, y a ciegas diría yo. Quienes no creéis sois quienes nos miráis desde fuera recelosos, pensando de corazón que nuestra faena es jorobar a quienes pisan nuestro suelo, porque ni somos lo suficientemente buenos para vuestros hijos e hijas, ni hacemos las cosas lo suficientemente bien para que sean felices, no tengan traumas, desarrollen todas sus habilidades creativas y megachupisuperhiper emocionales y demás pedagogías blancas y de arcoriris. BASTA. No es cierto. Nuestra profesión es vocacional, es una profesión que sale del alma, que te hace soñar con un mundo mejor, que te hace olvidar el café del almuerzo muchos días por cuidar de ese peque que está malito y ha ido al cole con fiebre porque no podían cuidarlo en casa; una profesión que te atrapa a mediodía corrigiendo, preparando materiales divertidos y juegos que los motiven a aprender lo menos divertido del tema nuevo... La profesión de maestro va más allá de las 17 de la tarde, y más allá de las 23 de la noche muchos días y tampoco entiende de fines de semana o festivos cuando tienes algo entre manos que quieres planificar o hacer. No es más pesada que otras, pero tampoco menos importante ni menos costosa. Es una profesión más, y a la vez, una profesión fundamental desde mi punto de vista de maestra que antes fue alumna, y que considera que si ha llegado hasta aquí es, muy en parte, gracias a todos los profesionales que participaron en mi educación escolar.
Y, como en todas partes, está claro que habrá de todo. Maestros más vocacionales y maestros con menos ganas, con poco tacto o con poca empatía, con metodologías más anticuadas o menos lúdicas y tecnológicas... Pero igual que podemos encontrar todo tipo de padres y madres, y como consecuencia, todo tipo de alumnos y alumnas. Pero, sea como fuere, la tendencia general hoy en día pasa por juzgar y prejuzgar lo que hace o dice el maestro, por opinar y castigar su manera de actuar y por darle cero votos de confianza o el simple beneficio de la duda. No pensamos jamás en que, si nos hace llegar información de nuestros hijos que no nos gusta o quizás no nos esperamos, no lo hace por arruinarnos el día sino por mantenernos informados, y porque, al final, esa persona que nos escribe una nota pasa quizás más horas con nuestros hijos que nosotros mismos.
LA ESCUELA ESTÁ EN CRISIS PORQUE NOS HEMOS CREÍDO EL DESPRESTIGIO QUE HAN FOMENTADO SOBRE QUIENES SE DEJAN LA PIEL EN ELLA, Y LO HEMOS HECHO MÁS GRANDE. Porque primero desconfiamos y nos cerramos en banda a escuchar o atender aquello que no suene como queremos que suene, y después, a lo mejor, quizás, pero muchas veces después de haber juzgado, entonces abrimos un poco los ojos y oídos, pero el mal ya está hecho. Y porque además, la gran mayoría de veces que criticamos la labor de quienes están con nuestros hijos en el aula lo hacemos delante de ellos, consiguiendo así una desautorización inmediata que sólo provoca actitudes de falta de respeto y de "esto es casa Pepe".
Los maestros y maestras somos felices enseñando, dedicando nuestro día a día a vuestros niños y niñas, que son lo mejor de este trabajo. Pero tenemos un corazoncito, como todos los demás profesionales del mundo mundial, y saber que somos criticados sin motivo y tomados a la torera en muchas ocasiones, porque total: " ¡aleeee, otra vez de vacaciones! ¿Eh?", pues duele un poquito.
La escuela está en crisis y los únicos a los que no se nos pregunta qué podemos hacer para salvarla es a quienes estamos dentro de ella. Los de arriba se inventan leyes, las cambian a cada mandato, a golpe de "porque sí, porque yo soy mejor que el anterior y el que venga después", pero nadie baja un escalón (o unos cuantos), se mete en un aula y vive la realidad. El sistema educativo se hace desde la distancia y a nosotros se nos exige que hagamos mil papelorios sin mucho sentido, que programemos y reprogramemos, se nos hace revisión de programación a puerta cerrada y como si de una nueva oposición se tratara con todo tipo de preguntas poco relacionadas con el alumnado, sus necesidades y la realidad de cada uno de ellos, y ¡ojo como no estés haciendo lo que programaste en julio!, cuando ni siquiera sabías cómo serían tus niños. Os prometemos que si por muchos de nosotros fuera, no habría tanto libro en las clases, ni tanto examen, ni tanta enseñanza de cosas absurdas que poco sirven para la vida real. Pero, ¡ay señores! Tenemos un currículo que cumplir, y os prometo que se vigila que así sea. Por contra, nadie entra en las clases a ver si todos estamos capacitados para tratar con niños y para ver exactamente qué recursos personales (número de maestros) necesita cada escuela dependiendo de las características del alumnado. No, eso no, que en educación sí hay que ahorrar.
La escuela está en crisis pero cuando los maestros (de la pública) hemos salido a manifestarnos, se nos ha tachado de peseteros y de interesados. Pocos han querido escuchar que por lo que nos manifestamos es por vuestros hijos, porque haya recursos personales y materiales suficientes, porque la ley sea real y no una absurda copia de algún trozo de los sistemas educativos extranjeros.
La escuela está en crisis... Y lo seguirá estando mientras madres, padres, maestras y maestros no queramos trabajar juntos, en una misma dirección, con diversidad de opiniones pero capacidad para llegar a un acuerdo, y siempre y únicamente, POR EL VERDADERO MOTOR DE LA ESCUELA Y EL MUNDO: NUESTROS NIÑOS.
Sabemos que la sociedad ha cambiado y las necesidades de nuestros alumnos también. Pero hay algo que es fundamental para que la escuela y el mundo giren sin accidentes: EL RESPETO. Y si la escuela está en crisis... Del respeto mejor ni hablamos.
CON M DE MAMÁ y C de CRISIS.
Plas,plas,plas .
ResponderEliminarComparto ahora mismo,creó que los maestros valéis mucho y de acuerdo en todo contigo, como siempre no se puede decir mejor
Y los niños... ¡esos sí que valen! Sin ellos ni escuela ni nada. Son el motor y suerte que nos hacen olvidar tantos detalles feos, porque, en su gran mayoría, y a veces incluso a pesar de sus padres, ellos sí creen en nosotros.
Eliminarun abrazo!!
Hola Noni
ResponderEliminarEs desolador lo que dices, y lo peor es que no es una exageración ni una metáfora, es la realidad vista desde unos ojos que la conocen bien. Vista por la mirada de alguien que me consta adora su trabajo y se desvive por él.
Cierto es que como padres exigimos mucho de vosotros los maestros, no sé si porque estamos más informados o nos creemos muy listos. Y es cierto que aunque la vocación se sobreentiende, no tiene que ser para todo el mundo igual, como pasa en otros trabajos y que hay buenos profesores, los más, y malos, los menos.
Por lo que a mí respecta, he tenido una gran suerte con los profesores de mis hijas, he pasado por muchos ya, con alguna excepción que conoces (no en su totalidad pues es muy difícil explicar todo en la distancia). Más que suerte yo, la suerte la han tenido ellas, pues la dedicación y el cariño de cada uno de ellos se nota en el amor que ellas les tienen.
Siento un enorme respeto por los maestros y profesores en general, y siempre he defendido su labor frente a las voces de desprestigio que abundan últimamente en la sociedad, aunque pueda parecer lo contrario por aquella experiencia del año pasado que prefiero no recordar.
Me quito el sombrero ante ti y siento el dolor que sientes ante esta situación. Ojalá que no hubieras tenido que escribirlo. Ojalá las cosas mejoren y la crisis se supere.
Gracias por ponernos la realidad de frente. Y por cuidar de tus niños y enseñarles tanto.
Un beso fuerte
Más madres objetivas como tú es lo que hace falta en la escuela. Lo normal no debería ser ni el halagar porque sí ni el tirar por tierra todo lo que venga de boca de los maestros porque sí también. En el término medio está la virtud. Y se puede hablar de muchas cosas cuando existe voluntad de verdad por ambas partes.
EliminarMil gracias por tu comentario.
Tienes toda la razón, y cuando dejemos de pensar que la escuela funciona sola y seamos conscientes de que somos parte del equipo educador y educativo, las cosas irán mejor.
ResponderEliminarBesos
Pero ya no sólo como equipo educador. Yo creo que cada uno tiene una función, y ni yo me meteré jamás en la vida privada de una familia ni espero que se meta una familia en medio de mi labor pedagógica. Lo que debería haber, efectivamente, es un trabajo de equipo basado en una comunicación fluida que pasa por preguntar antes de juzgar, y también de tener un poquitito de fe en quienes están al frente del barco, que de verdad, tampoco lo hacemos tan fatal.
EliminarUn besazo y mil gracias!!
Es una pena lo que dices. Nunca he pensado que fuera así pero viviéndolo tú desde dentro sabrás de qué hablas. Por mi parte, admiro a los maestros vocacionales y les agradezco muchísimo su trabajo. En mi casa y ante mis hijos, sus profesores serán siempre lo más (aunque quizá luego yo no comparta algunas cosas de su forma de hacer).
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