Las partes del todo

1 de diciembre de 2018

Tu chaqueta de lentejuelas

Nacemos libres.
Crecemos con cadenas.
Maduramos atados. 
A complejos, cánones, modas, opiniones, críticas, y al "qué dirán si".
Y morimos prisioneros de nuestros propios miedos e inseguridades.

Cuando criamos, lo hacemos desde nuestras cadenas adquiridas a lo largo de la vida gracias a las circunstancias, la sociedad y, también, nuestra familia. 

Nuestros hijos e hijas nacen libres, pero desde el primer abrazo que les damos, mientras les juramos amor eterno, ya estamos poniéndoles el primer eslabón de sus futuros grilletes. Somos incapaces de respetar su libertad y dejar que crezcan fuera de juicios y prejuicios, porque los primeros en juzgarlos somos nosotros.

Hoy un niño de 6 años me ha dado una lección que no olvidaré jamás. Y para más inri, ha sido mi propio hijo.

Ayer me rogó que le comprase una chaqueta.

Y unas mallas.

De chica.

Y antes de acostarse se preparó la ropa para hoy, porque se moría de ganas por estrenar.

Hoy participaba con su hermana en la inauguración de un paseo poético aquí, donde vivimos, y quería estar muy guapo. 

Desde ayer, mi mensaje para él siempre ha sido el mismo: "Mientras tú te veas guapo y, sobre todo, tengas en cuenta que pueden lloverte comentarios o miradas, pero a ti te dé igual... Adelante. Yo te veo guapísimo porque te veo feliz".

Me parece duro como madre tener que prevenirle a un niño de 6 años recién cumplidos de que, por hacer uso de su libertad y vestir como le dé la gana, puede herir la sensibilidad de quien ya no es libre, y quedar expuesto a comentarios que lo harán sentir mal. Me parece duro sentirme obligada a ponerle en antecedentes para protegerlo, y poder matar así su espontaneidad.

Hoy mi chico se ha vestido con su chaqueta azul de lentejuelas. 

Y con sus mallas de camuflaje con estrellas. 

Ha salido a la calle. Feliz.

Y ha hecho el "paseo poético" por todo el pueblo hasta el lugar del acto. Feliz.

Con su chaqueta de lentejuelas que brillaba sin ningún tipo de reparo. 

Con sus mallas del perchero de chica.

Con toda la tranquilidad y la seguridad del mundo porque su padre, su hermana y yo íbamos a su lado, dándole la mano, orgullosos de él. Y de su libertad. Y de que la use para vestir como le dé la gana, sin atarse a clichés.

Ha recibido miradas, sí, pero también cumplidos.

Y es que estaba realmente guapo. Porque iba feliz y seguro de sí mismo. Y no hay mayor atractivo que la seguridad.

"Parezco un rockero."

Ése era el único motivo por el que ayer un niño de 6 años recién cumplidos quiso comprarse una chaqueta de lentejuelas y unas mallas de la zona de chicas. Porque le gusta el rock. Y quería vestir como un rockero.

Y, porque si a los niños y niñas de 6 años, de 3 o de 9, los dejáramos ser libres, si no los bombardeásemos con modas, cánones, estereotipos de género, críticas y, sobre todo, con nuestros propios gustos... Muy probablemente elegirían lentejuelas, brillo y mucho color, sin importar en qué zona de la tienda esté la prenda.

Porque a mí hoy mi hijo me ha dado una lección de valentía, seguridad y aplomo que muchos adultos no seríamos capaces.

Vivimos atados a las opiniones ajenas. Dejamos pasar la vida, mirando de reojo lo que de verdad queremos hacer cuando no entra dentro de lo normal o de lo socialmente establecido. Y nos perdemos el brillo de las lentejuelas al sol.

Nacemos libres.

Crecemos con cadenas.

Maduramos atados.

Moriremos prisioneros.

Gracias, mi vida, por tu chaqueta azul de terciopelo y lentejuelas.

Y por tus mallas de camuflaje con estrellas.

Y por enseñarme que para ser libre hay que ser valiente, romper esquemas, tirar muros y... Sonreír.

TE ADMIRO.


1 comentario:

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