Lo que suma

Las personas adultas somos harto complicadas. Somos buscadores incansables de una felicidad que no somos capaces de apreciar en las pequeñas cosas de cada día.
Damos importancia a tonterías que, en realidad, no son más que pequeñas piedras en el camino. Nos complicamos y nos obcecamos en cosas que, bien miradas, son verdaderas gilipolleces, salvando las distancias de que cada uno demos prioridad a determinados asuntos.
Por suerte, o por no suerte, en mis 39 años y desde el principio de mis días, he vivido circunstancias que me han ido enseñando que hay que quedarse con las personas y las vivencias que suman. No, no se trata de egoísmo ni de individualidad, se trata de supervivencia sin dañar al de lado y sin romperte en pedazos ante hechos o gente que no valen la pena.
Hoy llevo un día de mierda. Ha salido gris y yo he querido pintarlo de color fresa y sabor a chocolate, y sin embargo, el gris me ha ganado la partida.
Hay días en los que seguir sonriendo es más fácil. Hay otros en los que intentar dibujar media sonrisa, a pesar de todo, cuesta, mucho, y más cuando lo que te rodea es oscuro.
Insisto, el humano adulto se complica la vida con cosas que restan. Yo no quiero hacerlo. Igual me resulta más fácil cambiar de especie y proclamarme oficialmente delfín que intentar ir a contracorriente y no pertenecer a ese grupo selecto de gente a quien le gusta la complicación en cada parcela de su vida.
A ver, bonicos, que el camino ya es bastante pedregoso como para que nos vayamos llenando los bolsillos de cantos y vayamos soltándolos a nuestro paso para que tropiece el que va detrás.
Yo me quedo con lo que suma.
Gracias papá por luchar hasta el final con una sonrisa y el alma bonita y enseñarme lo que de verdad vale la pena: VIVIR SIN MÁS. 😍