Que yo me bajo.
Estaba en mis rutinas de la tarde noche: baños, cenas, el cuento de antes dormir, la lechita de Rubiazo... Todo como siempre, sin cambios, la seguridad de la rutina con ellos.
Bajo y me conecto al mundo exterior, para leer los titulares de la noche y lo veo: ATENTADO EN MUNICH, TERRORISTAS SUELTOS POR LA CIUDAD, HELICÓPTEROS CON FRANCOTIRADORES...
Y me he puesto a llorar. No me he dado cuenta de que estaba llorando mientras leía todos los titulares hasta que una lágrima me ha tocado los labios. Pero ¿en qué mundo de locos vivimos? ¿Con qué tranquilidad podemos mirar hacia delante si cada vez son más y más frecuentes las barbaridades que cometemos?
No tenemos bastante con andar inmersos en un sistema en el que los países ricos se alimentan de los recursos de los supuestos países pobres, no, es que además, para añadir emoción a nuestras vidas, nos da por andar matando en nombre de lo que sea.
Hace unos días escribía sobre mi necesidad de creer en un mundo mejor. Así no hay quien lo consiga.
Tengo dos hijos preciosos, una sobrina muy bonita y tengo miedo. Miedo por ellos. Miedo de que esta corriente de deshumanización siga creciendo y no tenga fin.
Podría hacer una disertación larga, dar las mil y una razones, pero no puedo, ni quiero, ni sé si me vale la pena o me sirve de algo.
Decepción y tremenda tristeza. Vacío.
Tengo el corazón a trocitos, por Munich y por todas las atrocidades que a diario se cometen en nombre de la humanidad.
Paren el mundo, que yo me bajo.
Yo también estoy como tú, no puedo creer ni entiendo como hay tanta gente que se dedica ha hecer el mal,ni siquiera en las películas de ficción existen tantos "malos" por metro cuadrado, si ese va a ser el mundo que le dejamos a nuestros hijos, vamos apañados, solo espero, como buena optimista que soy,que lleguemos a arreglarlo,con la ayuda de todas las naciones y que primaran las buenas relaciones entre todos para terminar con esta lacra
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