4 de junio de 2016

Ni rojos ni azules

Se acercan elecciones. Miedo.
Bueno, si os soy sincera creo que hoy por hoy más que miedo siento vergüenza y bastante impotencia.
Miro a mis hijos y pienso: ¿pero en qué mierda de mundo os dejo cuando yo no esté? ¿Qué panorama os espera en unos veinte años en cuanto a política se refiere si los que están ahora enseñan a los que tengan que venir?
El ser humano es el más inhumano de todos. De eso no me cabe duda. Sólo tengo que mirar un poquito alrededor y observar el festival de muerte y destrucción que permitimos en países menos desarrollados, en países en constante guerra, en países donde hay niños que nacen y mueren y no conocen otro sonido que el de las bombas, las sirenas, los gritos y los llantos.
No suelo ver las noticias en la televisión. No me gusta. Quizás es una manera de vivir en una mini burbuja. Prefiero leerlas y pintar yo en el lienzo de mi cabeza lo que ésta imagina.
Las noticias en nuestros país, así en general, dan bastante asco. Suelen ser de suma importancia las que hablan de cosas irrelevantes, y se lleva la palma nuestro amigo el deporte rey, que sigue siendo el opio del pueblo en momentos en los que hay que desviar la atención de lo importante.
Si escuchamos con atención a nuestros políticos... da miedo. La sarta de mentiras cada vez es mayor. ¿De verdad es esto lo que queremos? Bueno, obviamente es lo más cómodo. Total, ya estamos metidos en la corriente y dejarse llevar suena bastante bien. Y ojo, que no hablo de colores, a mí casi que me da igual el rojo que el azul llegados a este punto en el que está claro que la clase política de España ha cogido el vicio de subir y chupar del bote. No importan los colores, rojo o azul. La historia es que seguimos sumidos en una extraña recesión económica de la que sólo salen los de arriba. Rectifico, de la que sólo se benefician ellos. Sigue saliendo mierda a raudales. Siguen apareciendo papeles y dinero escondido por todas partes. Y no, no aparece debajo del colchón de Ramón el del pueblo, ése que lleva toda su vida ahorrando a poquitos de lo poco que le da lo que vende de su campo. Aparece en paraísos fiscales y los dueños son aquellos que pagan sus vidas con el dinero de otros. El nuestro.
Ni rojos ni azules. Ni verdes ni amarillos. No hablo de colores. Yo quiero un grupo de personas con algo de corazón. Personas a las que les preocupen los que estamos a pie de calle. Personas que no opten a la política para enriquecerse sino para darle al pueblo lo que es del pueblo, ni más ni menos. Personas que obliguen a las empresas a regular sus políticas y que las hagan algo más humanas. Personas que consigan tumbar el poder de los bancos y no se dejen manejar a cambio de dinero, poder, privilegios y chanchullos en beneficio propio, porque sus valores sean mucho más grandes que su ambición.

Se acercan elecciones de nuevo y, la verdad, me da una pena tremenda tener que volver a explicarle a mi hija de qué va todo esto. Sobre todo porque, inevitablemente, leerá en mis palabras la decepción, el vacío, la poca fe y la enorme falta de confianza en nuestros dirigentes, sean del color que sean.
Ni rojos ni azules.

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